Quienes asistieron esta semana al Parque de la Exposición saben que la movida estuvo festiva y ebullente. Me tocó participar en una interesante mesa en la que tuve un delicioso contrapunto con el Chef Javier Ampuero así como variados intercambios con los panelistas y el amable público que animó la jornada.
Me traje a casa una lección y a lección fue ésta: una cosa es la tradición de la gastronomía peruana -habría que decir de las gastronomías regionales- y otra el fenómeno de los últimos años donde el movimiento gastronómico aparece como una ola imparable que impacta en diversas dimensiones de nuestra vida social.
Sin duda, hace veinte años, si algún amigo decía que iba a estudiar cocina, lo hubiéramos mirado con sospecha; si alguna amiga se proponía abrir un restaurante, hubiéramos pensado que estaba hermosamente loca; si alguien imaginaba a la gastronomía como una de las puntas de lanza de nuestra identidad, como un motivo mediático que todos estaríamos dispuestos a comprar, como uno de los referentes más potentes de nuestro imaginario contemporáneo, hubiéramos pensado una vez más que el entusiasmo es traicionero y que siempre nos lleva por el despeñadero del delirio.
Bueno, las cosas se siguen transformando a pesar de nuestras fatalidades.
RENEGANDO CONTRIBUYES
Y hay quienes no aguantan tanta celebración y miran con esforzado désden, y hasta con rabia sincera, tanto optimismo supuestamente injustificado, tanta alaraca que buscaría esconder nuestras enfermedades sociales. Entonces, contra sus bajadas de llanta, los opositores convierten a este fenómeno cultural en la falsa llave de nuestra salvación. Y le piden que nos salve de la desnutrición, de la desigualdad, del capitalismo que todo lo cosifica y nada libera. Exigen la condena del figuretismo de sus voceros, proponen acabar con la pasión culinaria para reducir a la gastronomía a lo que también es, reposición para el cuerpo.
Pienso que los asados hacen bien su papel pues nos obligan a reflexionar, nos invitan a corregir y, tan importante como lo anterior, ayudan a darle cuerpo al fenómeno social, subrayándolo.
MIREMOS AL ESPEJO
Si han estado atentos a las encuestas de las últimas dos décadas acerca de cómo nos percibimos los peruanos la cosa es contundente: antes sólo estábamos orgullosos de nuestras herencias arqueológicas (Machu Pichu, Chan Chan, etc.) y naturales (lo paisajes y la biodiversidad)... ahora también lo estamos de nuestra comida, es decir, de una actividad contemporánea -que también tiene de herencia por supuesto- y que expresa nuestra capacidad de crear, de transformar insumos, de generar plusvalías culturales.
Esto es un buen signo de los tiempos, tiempos con un déficit social todavía demasiado alto, lo sabemos. Pero es un buen signo pues la creatividad ya no sólo se entiende como recurseo sino como ingenio sostenible, como singularidad cultural. Mistura expresa algo que todavía no captamos a plenitud sobre nosotros mismos acaso porque estamos acostumbrados a reconocer con rapidez nuestras calamidades.
La Feria ha sido un espejo voluntarista que fue desbordado por la pasión popular. Acaso Mistura nos dijo esta semana que las apuestas se ganan con chamba y que la chamba es superlativa cuando uno se la cree, y la vive, y crece en ella.
MISTURA ( en resumen)
La gastronomía peruana se ha convertido en el símbolo por excelencia de nuestra diversidad cultural, no sólo por su sabrosura sino por su heterodoxia espiritual.
La gastronomía peruana que se ve en los medios y que anima al mundo editorial es una expresión cultural que nos sube la moral colectiva. Ensalza nuestra identidad ante el mundo y hacia adentro, sin duda, colorea nuestra vida cotidiana. Qué rico es ser peruano.
La gastronomía es una industria que genera mercado interno y también divisas, exportando marcas peruanas. La gastronomía, léanlo bien, transforma insumos propios y genera un valor agregado más preciado que la mera utilidad financiera.
La gastronomía peruana tiene líderes de opinión y organizaciones civiles autónomas, es todo un movimiento. Y tiene ahora una Feria que permite reconocer sus tendencias y aportes.
Nuestros sabores han salido de la cocina familiar para conquistar el mundo y esto sin perder su honorable promiscuidad.
Mistura es un ejemplo de por dónde debe ir las industrias culturales en el Perú. La cocina está abriendo la cancha, está marcando la pauta.
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(El último parágrafo se publicó el domingo 27 en El Comercio).
1 comentario:
Por la suave y blanda arena de nuestras hermosas playas, esta deliciosa ola de la gastronomia nuestra contemporanea que describes y enamora, emerge de lo oscuro de alli a solo veinte metros de la orilla... los nuevos Peruanos.. Saludos.
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