viernes, 15 de marzo de 2013

CHÁVEZ, NI GUÍA NI MONSTRUO I / Alfredo Stecher


Por su extensión, entrego este artículo en dos partes.

Amigos de izquierda están conmovidos con la muerte de Hugo Chávez y lloran al caudillo de una Revolución Bolivariana, también bautizada como Socialismo del Siglo XXI, que aspiran replicar en nuestro país, lo que sería otro desastre como los que estamos acostumbrados.
Un amigo de derecha me reenvía un artículo que presenta a Chávez como un monstruo y considera su muerte un alivio para la democracia. Lo primero es falso, lo segundo está por verse. Hubiese sido mejor que Chávez siguiera, para ir desgastándose desde el poder, destino inexorable de los dictadores.
Nada ni nadie es totalmente malo o totalmente bueno – excepto el Infierno y el Cielo. El maniqueísmo, dividir todo en amigos y enemigos, en blanco y negro, es una tara filosófica, social y política. Monstruos ha habido y hay muchos, con Hitler a la cabeza, pero Chávez no lo fue.
Yo le contesto que, para que sea menos temible su imagen, hay que evitar demonizarla, comenzando por no llamarlo monstruo, que no era, y reconocer que, junto con barbaridades y hasta payasadas, que son lo dominante, ha ayudado y dado esperanzas a millones de venezolanos pobres - lamentablemente en gran medida a la larga infundadas por el deterioro económico y también político.
Como dice Moisés Naím, en un ponderado artículo publicado por El País, de España, del que tomo algunas expresiones, Chávez es objeto de una profunda admiración que se transforma enseguida en veneración apasionada, aún más con su martirio y muerte, que alimenta odios intensos. Se está convirtiendo en un mito – además de tener garantizado un lugar importante en la historia latinoamericana.
En su Semanal, La Tercera de Santiago ha publicado un artículo del periodista Jon Lee Anderson, aparecido en 2001 en el New York Times. Comenta su entrevista con un siquiatra, tratante y autoproclamado amigo de Chávez, quien, tomando como guía un cuestionario sobre 50 rasgos personales, señala, entre otros, que su carácter es impredecible y desconcertante, que prefiere abrazar sueños que confrontar las duras realidades de la vida, que manifiesta un autoritarismo desenfrenado, que sobrerreacciona ante las críticas, que es rencoroso y manipulador, pero enfatiza que, excepto por su poder, es una persona normal. Asumo que sus sueños eran bienintencionados. Lamentablemente el poder magnifica los rasgos negativos, aún más si es absoluto, prácticamente sin contrapesos, salvo el de la coyuntura internacional desfavorable a dictaduras extremas y desprovistas de un manto de legitimación democrática.
En cuanto al balance, según Naím, con afeites míos, nadie tuvo tanto éxito como Chávez a la hora de fijar en la mentalidad colectiva venezolana y de otros países la idea de la ayuda a los pobres como prioridad absoluta. Y destaca su excepcional capacidad de hacer que los pobres sintieran que tenían a uno de los suyos en el poder.
Otro aspecto positivo de su legado es que acabó en Venezuela con la indiferencia política y la apatía generalizadas, alimentadas durante decenios por un sistema en manos de unos partidos políticos en descomposición y ajenos a la realidad. Para la blanquiñosa élite venezolana el caudillo, autodefinido como blanco, negro e indio, es no solo social- sino también racialmente ajeno y por ello despreciado, como la mayoría de su pueblo, desprecio que despierta justificado rechazo y resentimiento.
Carlos Peña, destacado columnista de El Mercurio, rector de la universidad Diego Portales, de Santiago, junto con señalar críticas centrales, dice que Chávez recordó a las élites políticas de la región, incluida la derecha, que el orden social no es un orden natural, sino que en buena medida su configuración depende de la voluntad humana a través de la política; que, al pronunciar las palabras prohibidas - clases sociales, oligarquía, dominación, injusticia -, cometió una herejía que rompió con el orden complaciente. Para Peña la diferencia entre quien comete una herejía y quien se equivoca, es que éste aplica mal, por chapucería o falta de inteligencia - o por intereses, agrego yo -, la receta en la que todos confían, mientras que quien incurre en herejía cambia la receta por otra que invita a seguir pensando.
En el minoritario, pero importante activo, está por lo tanto que la indolente, inepta y súper corrupta clase política tradicional en Venezuela ya no podrá ignorar el sufrimiento de su pueblo y farrearse la riqueza de su país, así como desde el siglo XIX socialistas y comunistas obligaron con sus luchas sindicales y políticas a las burguesías y a las élites políticas a mejorar la situación de los trabajadores y de las poblaciones pobres. No entiendo la gratuita equiparación de socialismo con fascismo en la última Piedra de toque de Mario Vargas Llosa (de la que tomo algunas ideas).Por el lado negativo destaca que Chávez, con un autoritarismo absolutamente arbitrario, basado en su impresionante habilidad política y carisma, ha debilitado aún más la endeble democracia venezolana, afectando la calidad de los actos electorales, restringiendo las libertades y los derechos civiles, anulando la división de poderes, incluso con subordinación del Poder Judicial, acosando y debilitando a los medios de comunicación opositores, eliminando el control civil del ejército y exacerbando su politización así como sometiendo a espacios culturales al arbitrio del poder central. En otras palabras, ha instaurado una dictadura personal, felizmente no del tipo de las feroces dictaduras latinoamericanas tradicionales. Claro que en el debilitamiento de la democracia ha colaborado activamente la fragmentada y desprestigiada oposición, que recién en los últimos años parece despertar hacia la asunción de sus responsabilidades.
En el debe político, que evidencia su poco aprecio por la democracia, está también el apoyo político tanto a regímenes ferozmente represivos como los de Gadafi, en Libia, de Assad, en Siria, y de los ayatolas en Irán, dispuestos a todo para tratar de conservar el poder – solo por estar estos enfrentados a Estados Unidos, como a las FARC en Colombia.
Y, aunque propugnando, al igual que Bolívar, la deseable unidad latinoamericana ha contribuido también a acentuar la división.

2 comentarios:

Miguel dijo...

Ha sido el creador de UNASUR, que ojalá remplace a la OEA para todo efecto practico. Hay que decir que no tiene las manos manchadas de sangre como TODAS LAS DICTADURAS DE DERECHA.

Jolupu dijo...

Queda por verse si en la polarización cotidiana de la sociedad, los grupos bolivarianos armados no le dieron algunos muertos...