En políticas públicas el Perú se halla a la zaga en América Latina respecto a pensar y actuar sobre el desarrollo de sus regiones y localidades, porque ha sido de los países más fuertemente preñado por el neoliberalismo y porque los peruanos casi siempre queremos ser más papistas que el Papa.
Varios razonamientos e imágenes quedan claros desde ya en este conflicto de prepotencia estatal contra las comunidades nativas de la selva peruana que viven acorraladas en economías de pequeño alcance con escasísimas oportunidades y difíciles condiciones de vida, marginadas de las políticas públicas, aunque con una cultura muy rica y formidable sobre el bosque tropical. Entre estas ideas queda claro el carácter avasallador de las empresas transnacionales contra el medio ambiente amazónico, así como el incumplimiento del gobierno respecto al Convenio 169 de la OIT que el Congreso aprobó y, también por supuesto, queda claro que no existe la sensibilidad gubernamental para atender este sentimiento mayoritario de las poblaciones y comunidades implicadas.
Sin embargo, no se ha hecho mucho hincapié en dos temas. En primer lugar, sobre el tipo de comportamiento económico regional de las compañías transnacionales petroleras, mineras y agro-extractivas, que es un comportamiento similar al de los enclaves tradicionales, que actúan como islotes tecnológicos dedicados a extraer el recurso natural, pre-procesarlo en el mejor de los casos, y dedican sus excedentes a alimentar financieramente a sus casas matrices, sin irradiar desarrollo alguno a su alrededor, más allá de la contaminación y el atropello a los derechos humanos, quedando rodeados de océanos regionales de pobreza, marginación y exclusión, frecuentemente sostenidas a costa de represión.
Los impuestos que se les exige pagar en el caso peruano son una verdadera desdicha. El argumento justificante señala que los capitales acuden a donde mejores condiciones se les presentan, lo cual es cierto. Pero ¿de qué sirve un mayor nivel de inversión y cierto empleo si es que las zonas en donde actúan se empobrecen más, quedan contaminadas y sin el recurso natural (que antes era un bien inexplotado pero finalmente riqueza en reserva). Ni siquiera se produce una transferencia de capacidades y habilidades tecnológicas por el blindaje con que se manejan estos procesos y/o por la ausencia de una política de Estado nacional con estos objetivos. Estas inversiones tampoco son acompañadas de un abanico de posibilidades y proyectos de agroindustrias locales con perspectivas y mayores alcances, como se hace en países desarrollados. Es decir, son enclaves.
En segundo lugar, desde las exigencias que plantea el desarrollo, el principal daño es el que ocasiona la política de prepotencia y arbitrariedad (racista y exclusionista, finalmente) al socavar el accionar de defensa de las riquezas del territorio de parte de uno de los principales sujetos participantes en los procesos de desarrollo local, como son las organizaciones sociales, reduciendo las posibilidades de este tipo de desarrollo. La comisión implícita que han asumido las políticas anti‑desarrollo (el neoliberalismo entre ellas) es desbaratar las iniciativas de desarrollo local, especialmente aquellas que representen potestad democrática de base. Para estas concepciones, en América Latina, es la gran empresa el único sujeto capaz de generar desarrollo, o en el peor de los casos, la gran empresa subordinando el accionar de los demás actores locales.
Poniendo en perspectiva lo anterior, es preciso señalar que entre otras concepciones nuevas y alternativas sobre el desarrollo, discrepantes de fondo con el neoliberalismo, tomaron impulso −desde principios de los años 1990 e inspiradas en experiencias exitosas− diversas versiones de lo que se ha llamado desarrollo local (o desarrollo basado en el territorio), entendiendo el concepto de territorio como el espacio social donde lo que importa en primer lugar son los sujetos locales (organizaciones sociales, empresas, gobiernos locales, partidos, iglesias, individuos, etc.) y sus interrelaciones portadoras de impulsos culturales, redes productivas y sociales capaces de transformar sus territorios en todos sus aspectos y de provocar un mejoramiento sustentable de las condiciones de vida locales, incluyendo el despliegue de la democracia local y regional, así como la reafirmación de sus pobladores como ciudadanos. Todo esto como procesos simultáneos que se apoyan mutuamente. Así, interesará la inversión pero por igual −o más− interesará que se fortalezcan en el mismo proceso los sujetos locales y su actuación colaborativa, como condición de desarrollo. Todo proceso de inversión que no logre articularse a la localidad y a su tejido socio‑productivo y cultural, y por tanto, a los sujetos claves y al capital social, terminará siendo regresivo. De igual manera, será infinitamente más valioso un proyecto con ciertas deficiencias pero elaborado por las propias comunidades nativas, con el apoyo de asesores o no, que uno impuesto desde las burocracias de gobierno.
Esto pasa incuestionablemente por algo elemental, que es, el respeto a las iniciativas locales de crecimiento, de conservación, de mejoramiento, y de crecimiento y desarrollo de las localidades. Obviamente tiene que ver con la defensa irrestricta de los sujetos portadores de estas iniciativas y de la cultura local que les sirve de base y los define, aún si sus primeras iniciativas puedan tener diversas carencias. Esto no debe llevar a entender que la política debe ser la aceptación seguidista (populista) de estas iniciativas, sino que debe provenir de la maduración dialógica de un proceso de construcción entre todos los saberes (popular local y académico universal) en uno consensuado, pero que se erija en el respeto de las iniciativas locales y las trate de llevar −si fuese necesario− más allá de sus propias y naturales condicionantes.
En esta idea del desarrollo, los espacios sociales y políticos locales de negociación son esenciales para que las genuinas protestas, discrepancias o críticas, encuentren los causes naturales para convertirse en energía social de desarrollo originario, en empresarialidad (comunitaria y/o privada) y especialmente en construcción de ciudadanía y democracia locales, que se arraiguen institucionalmente. En el caso actual, lo que las organizaciones de nuestra Amazonía piden es lo que en todo el mundo se reconoce como un derecho elemental de los pueblos: ser consultados y tenidos en cuenta como sujetos centrales del desarrollo. Esta sería la única forma de edificar sujetos reales fuertes y altamente críticos‑propositivos si es que estamos hablando realmente de generar condiciones para el desarrollo y la democracia local. Desde el neoliberalismo, el objetivo es obstruir la creación de condiciones básicas para un desarrollo de la Amazonía y estimular el caos, la disipación de energías locales y la frustración.
Estas nuevas concepciones de desarrollo, se fundan en el papel participativo de los sujetos sociales locales que actúan desplegando iniciativas, que son promisorios de desarrollo, si se las respeta, alienta, sostiene y combina con otros saberes. Pero también, si una buena parte de los recursos generados por estas grandes inversiones retornan para apuntalar el desarrollo de proyectos productivos, educacionales, sociales, de salud, que generen nuevas oportunidades locales. En esta perspectiva, el Estado debe ser un promotor y regulador de engranamientos productivo entre empresas (grandes y medianas nacionales o transnacionales) con empresarios locales/regionales privados y/o comunales. Estamos hablando de desarrollo local (descentralista) con un fuerte apoyo del Estado central, es decir, no desde la óptica neoliberal, donde cada localidad debe vérselas como pueda.
Varios razonamientos e imágenes quedan claros desde ya en este conflicto de prepotencia estatal contra las comunidades nativas de la selva peruana que viven acorraladas en economías de pequeño alcance con escasísimas oportunidades y difíciles condiciones de vida, marginadas de las políticas públicas, aunque con una cultura muy rica y formidable sobre el bosque tropical. Entre estas ideas queda claro el carácter avasallador de las empresas transnacionales contra el medio ambiente amazónico, así como el incumplimiento del gobierno respecto al Convenio 169 de la OIT que el Congreso aprobó y, también por supuesto, queda claro que no existe la sensibilidad gubernamental para atender este sentimiento mayoritario de las poblaciones y comunidades implicadas.
Sin embargo, no se ha hecho mucho hincapié en dos temas. En primer lugar, sobre el tipo de comportamiento económico regional de las compañías transnacionales petroleras, mineras y agro-extractivas, que es un comportamiento similar al de los enclaves tradicionales, que actúan como islotes tecnológicos dedicados a extraer el recurso natural, pre-procesarlo en el mejor de los casos, y dedican sus excedentes a alimentar financieramente a sus casas matrices, sin irradiar desarrollo alguno a su alrededor, más allá de la contaminación y el atropello a los derechos humanos, quedando rodeados de océanos regionales de pobreza, marginación y exclusión, frecuentemente sostenidas a costa de represión.
Los impuestos que se les exige pagar en el caso peruano son una verdadera desdicha. El argumento justificante señala que los capitales acuden a donde mejores condiciones se les presentan, lo cual es cierto. Pero ¿de qué sirve un mayor nivel de inversión y cierto empleo si es que las zonas en donde actúan se empobrecen más, quedan contaminadas y sin el recurso natural (que antes era un bien inexplotado pero finalmente riqueza en reserva). Ni siquiera se produce una transferencia de capacidades y habilidades tecnológicas por el blindaje con que se manejan estos procesos y/o por la ausencia de una política de Estado nacional con estos objetivos. Estas inversiones tampoco son acompañadas de un abanico de posibilidades y proyectos de agroindustrias locales con perspectivas y mayores alcances, como se hace en países desarrollados. Es decir, son enclaves.
En segundo lugar, desde las exigencias que plantea el desarrollo, el principal daño es el que ocasiona la política de prepotencia y arbitrariedad (racista y exclusionista, finalmente) al socavar el accionar de defensa de las riquezas del territorio de parte de uno de los principales sujetos participantes en los procesos de desarrollo local, como son las organizaciones sociales, reduciendo las posibilidades de este tipo de desarrollo. La comisión implícita que han asumido las políticas anti‑desarrollo (el neoliberalismo entre ellas) es desbaratar las iniciativas de desarrollo local, especialmente aquellas que representen potestad democrática de base. Para estas concepciones, en América Latina, es la gran empresa el único sujeto capaz de generar desarrollo, o en el peor de los casos, la gran empresa subordinando el accionar de los demás actores locales.
Poniendo en perspectiva lo anterior, es preciso señalar que entre otras concepciones nuevas y alternativas sobre el desarrollo, discrepantes de fondo con el neoliberalismo, tomaron impulso −desde principios de los años 1990 e inspiradas en experiencias exitosas− diversas versiones de lo que se ha llamado desarrollo local (o desarrollo basado en el territorio), entendiendo el concepto de territorio como el espacio social donde lo que importa en primer lugar son los sujetos locales (organizaciones sociales, empresas, gobiernos locales, partidos, iglesias, individuos, etc.) y sus interrelaciones portadoras de impulsos culturales, redes productivas y sociales capaces de transformar sus territorios en todos sus aspectos y de provocar un mejoramiento sustentable de las condiciones de vida locales, incluyendo el despliegue de la democracia local y regional, así como la reafirmación de sus pobladores como ciudadanos. Todo esto como procesos simultáneos que se apoyan mutuamente. Así, interesará la inversión pero por igual −o más− interesará que se fortalezcan en el mismo proceso los sujetos locales y su actuación colaborativa, como condición de desarrollo. Todo proceso de inversión que no logre articularse a la localidad y a su tejido socio‑productivo y cultural, y por tanto, a los sujetos claves y al capital social, terminará siendo regresivo. De igual manera, será infinitamente más valioso un proyecto con ciertas deficiencias pero elaborado por las propias comunidades nativas, con el apoyo de asesores o no, que uno impuesto desde las burocracias de gobierno.
Esto pasa incuestionablemente por algo elemental, que es, el respeto a las iniciativas locales de crecimiento, de conservación, de mejoramiento, y de crecimiento y desarrollo de las localidades. Obviamente tiene que ver con la defensa irrestricta de los sujetos portadores de estas iniciativas y de la cultura local que les sirve de base y los define, aún si sus primeras iniciativas puedan tener diversas carencias. Esto no debe llevar a entender que la política debe ser la aceptación seguidista (populista) de estas iniciativas, sino que debe provenir de la maduración dialógica de un proceso de construcción entre todos los saberes (popular local y académico universal) en uno consensuado, pero que se erija en el respeto de las iniciativas locales y las trate de llevar −si fuese necesario− más allá de sus propias y naturales condicionantes.
En esta idea del desarrollo, los espacios sociales y políticos locales de negociación son esenciales para que las genuinas protestas, discrepancias o críticas, encuentren los causes naturales para convertirse en energía social de desarrollo originario, en empresarialidad (comunitaria y/o privada) y especialmente en construcción de ciudadanía y democracia locales, que se arraiguen institucionalmente. En el caso actual, lo que las organizaciones de nuestra Amazonía piden es lo que en todo el mundo se reconoce como un derecho elemental de los pueblos: ser consultados y tenidos en cuenta como sujetos centrales del desarrollo. Esta sería la única forma de edificar sujetos reales fuertes y altamente críticos‑propositivos si es que estamos hablando realmente de generar condiciones para el desarrollo y la democracia local. Desde el neoliberalismo, el objetivo es obstruir la creación de condiciones básicas para un desarrollo de la Amazonía y estimular el caos, la disipación de energías locales y la frustración.
Estas nuevas concepciones de desarrollo, se fundan en el papel participativo de los sujetos sociales locales que actúan desplegando iniciativas, que son promisorios de desarrollo, si se las respeta, alienta, sostiene y combina con otros saberes. Pero también, si una buena parte de los recursos generados por estas grandes inversiones retornan para apuntalar el desarrollo de proyectos productivos, educacionales, sociales, de salud, que generen nuevas oportunidades locales. En esta perspectiva, el Estado debe ser un promotor y regulador de engranamientos productivo entre empresas (grandes y medianas nacionales o transnacionales) con empresarios locales/regionales privados y/o comunales. Estamos hablando de desarrollo local (descentralista) con un fuerte apoyo del Estado central, es decir, no desde la óptica neoliberal, donde cada localidad debe vérselas como pueda.
Una de las principales substancias de la democracia es la consulta al pueblo y las comunidades amazónicas así la exigen. No existe ni democracia ni desarrollo de ninguna clase impuestos desde afuera, o a punta de prepotencia. Todas las experiencias de este tipo finalmente se han retrotraído y degenerado. El drama peruano actual es la ausencia de un bloque de fuerzas políticas de izquierda y centro izquierda que tenga la capacidad de expresar convergentemente estos genuinos intereses y darles un cauce de desarrollo. Somos un país que no encuentra todavía cómo traducir su profundo descontento, e ir más allá de éste, para desarrollarse y superar las convulsiones fascistoides.
9 comentarios:
ANDRES,
POÉTICO TÍTULO DE UNA REFLEXIÓN OPORTUNA, QUE DE POR SÍ, DICE MUCHO. TE COMENTO QUE ES UNA MIRADA INTERESANTE SOBRE EL BRUTAL ATROPELLO DE ESA RESERVA CULTURAL Y ECOLÓGICA QUE REPRESENTAN LOS PUEBLOS DE LA AMAZONÍA PERUANA, DONDE LAS TRANSNACIONALES PETROLERAS ESTAN DESTRUYENDO TODO, AHORA PERMITIDOS POR ESE GOBIERNO APRISTA SUPUESTAMENTE SOCIAL DEMÓCRTA, CUYA TAREA OBSESIVA PARECE SER ADMINISTRAR ESE SISTEMA DE CORRUPCIÓN HEREDADO DEL FUJIMORISMO.
CONCUERDO CON TU IDEA DE DESARROLLO LOCAL, AÑADIRIA QUE ANTE EL DESMANTELAMIENTO DEL ESTADO POR EL FUJIMORISMO,AHORA LAS DECISIONES POLÍTICAS PASAN POR LAS COMUNIDADES Y ORGANIZACIONES LOCALES, ENTRE ELLAS PRIVILEGIANDO LAS PROPIAMENTE AMAZÓNICAS, PORQUE DISPONEN DE ESA SABIDURÍA MILENARIA(INCLUYENDO LAS TECNOLOGIAS DE SBREVIVENCIA) DE UNA RELACIÓN HOMBRE-TIERRA SOCIALMENTE LA MÁS EFICIENTE.PARECERÍA QUE EL ESTADO SE CONSTRUIRÍA DESDE EL ÁMBITO LOCAL, PROCESO QUE RIÑE CON LA TECNOLOGÍA INTENSIVA EN CAPITAL DE LAS PETROLERAS, PERO ESE TEJIDO SOCIAL COMUNITARIO ES MUY COMPATIBLE CON LA TECNOLOGÍA VERDE, DONDE LAS UNIVERSIDADES AGRARIAS TIENEN MUCHO QUE HACER.
Sin la participación activa e inclusiva de la población, el estado de derecho es inexistente. La democracia para subsistir debe ser participativa y evolucionar constantemente. Las reglas para el desarrollo de las sociedades indican que estas deben concatenar y correlacionar constantemente. Las civilizaciones sin estos mecanismos dinámicos de desarrollo se han de quedar en el olvido y seguirán siendo sociedades que únicamente abastecen recursos naturales y mano de obra barata para trabajos de poco calibre. El Perú del ahora, gracias a los subsecuentes gobiernos desde siglos pasados, es ello. Es así que Alan García y el gobierno que encabeza no entiende que en estas épocas de globalización el comportar del gobierno debe ser transparente y las reglas de participación ciudadana deben ser claras e inclusivas. Concordante a ello, durante estos últimos decenios muchas sociedades modernas, debido a su propio desarrollo científico-tecnológico y por que no decir educacional, han hecho inclusivo la participación estratégica de todos sus habitantes, especialmente de aquellas sociedades que viven y labran la realidad de las tierras y recursos. Tampoco comprenden que el mínimo principio de relación entre productividad y sostenimiento de recursos naturales es precisamente el control estratégico y la extracción sostenida de los recursos naturales. Es por eso que Europa y los otros llamados países desarrollados que ya no tienen físicamente lo que le Perú posee imponen leyes y organizaciones para el control de estos recursos. Al igual debido a las posibilidades de prestación de servicios y recursos económicos a través de las grandes corporaciones y gracias a que muchas naciones son dirigidas por advenedizos y corruptos, ellos controlan los destinos de nuestra evolución económica-social.
Adicionalmente, Alan García y el gobierno de turno tampoco saben que la naturaleza evoluciona gracias a una relación dinámica e intrínseca entre los suelos, subsuelos, recursos acuíferos, vegetación y biota. En consecuencia, las economías basadas en divisas que derivan solamente de la explotación y exportación de recursos no son sostenibles a largo tiempo. Este tipo de desarrollo, el cual es práctica común del neoliberalismo, en el tiempo es nocivo para el medio ambiente y las civilizaciones que tratan de protegerla. La herramientas estratégicas del desarrollo sostenido, llámese ciencia, tecnología e innovación, tampoco son de interés de este gobierno. Como tal, nuestra sociedad no puede controlar ni dirigir adecuadamente la explotación sostenida de esos recursos. Tampoco podemos competir con la transformación y exportación de productos elaborados ni de tecnologías de punta ni de servicios de carácter científico. En suma, la ignorancia deliberada de este gobierno y su servilismo cual perro del hortelano esta poniendo en jaque al desarrollo integral del país. En sociedades propiamente civilizadas este pensar y actuar es retrogrado y condenado en todas los estratos sociales.
Buen artículo con pensamiento progresista que tiene al frente el concepto de interculturalidad, multiculturalidad y post colonialidad. Si el Estado y el gobierno de turno no atiende dichos sectores nunca va a avanzar en la integración y el desarrollo.
La posición de Gobierno Coherente sobre el tema en: http://www.coherencia.pe/2009/05/pronunciamiento-sobre-el-conflicto-en.html
Carlos, dos temas. Sabiduría milenaria y desarrollo local.
Por un lado, la evolución de la humanidad todavía no llega a la comprensión cabal de la necesidad de recoger íntegramente de todas las fuentes del saber. Damos vueltas a lo más en visiones universalistas, estando todavía lejos de adoptar profundamente la multiversalidad, es decir, el realmente vivir epistemológicamente en las múltiples determinaciones, y por tanto en las multilécticas. Finalmente, aunque por supuesto el problema no es sólo racional, uno de sus componentes importantes es la maneras en que encaramos (y engarzamos) las relaciones con nuestros semejantes diferentes (y con las diferencias) en todo el planeta. Porque lo que estos gobiernos están diciendo “nosotros somos el universo, ellos están fuera de este universo, y como tales, no son capaces de conocerlo”, haciendo a un lado a la serpiente cósmica que hacía evidentes de estos múltiples universos y lógicas de conocimiento.
Por otro lado, probablemente el desarrollo local se quede corto. Pero por ahora no veo otra forma de resolver el problema vital (reivindicativo) desde una perspectiva holística y de construcción ahora de una institucionalidad democrática (sentida en el tuétano del alma, por no decir en el ADN) que permita, si queremos ahora o después, visualizar (aspirar) en alguna sociedad más avanzada. Quienes prefieren hablar, a partir de las problemáticas del desarrollo territorial, de la generación de una economía social y solidaria, podrían estar patrocinando pasos en falso, porque lo uno no lleva necesariamente a lo otro, e incluso, puede convertirse en su lastre o en una desoladora fantasía. Pero el riesgo más grande creo que está en no salir de las lógicas lineales, en seguir sosteniendo la necesidad de generar UN nuevo paradigma en donde, por consecuencia, quedaría cercenada la necesidad imperiosa de búsqueda y de apertura permanentes. La lógica de UN paraíso es una lógica eminentemente religiosa que conduce a la generación de jerarquías, y de nuevas formas de dominación. La principal ruptura debe hacerse en este punto, precisamente.
Tu exposición es muy cierta, el Estado se reconstruirá desde los ámbitos locales ampliados, creo en ello, y no tanto (o mucho menos) desde el Estado mismo como algunos enfoques burocráticos lo sostuvieron (y todavía se escucha). Pero es lo mismo, UN paradigma, UN paraíso, UN Estado todopoderoso (sin contrapesos locales cada vez más fuertes), UN líder (sino caudillo), etc. El verdadero reto es cómo transformar realmente nuestras sociedades sin adoptar verdades únicas en el proceso, para precisamente no reproducir nuevamente esquemas jerárquicos y de dominación. En fin, esta es otra larga discusión, pero importantísima, la verdadera discusión de fondo. Supongo que me explayaré más adelante, en alguna nueva entrada del blog.
Abrazo.
Andrés.
Edgardo, ojala todos entendieran, como dices, que “sin la participación activa e inclusiva de la población, el estado de derecho es inexistente.” Habría que decir, quizás, un estado verdadera e íntegramente de derecho. Porque muchas versiones realmente existentes de la democracia impiden la participación, la obstruyen y distorsionan. No ven el caudal potencial de capital social implícito que hay en ella, sino más bien un verdadero riesgo para los procesos unilineales y unidimensionales de conservación del poder.
Ciertamente co-evolucionamos, y esto no se comprende y menos se convierte en política. Un esquema predominantemente exportacionista no sólo tiene el riesgo de desprenderse de sus bases medioambientales haciéndose insustentable sino que también incide en la distorsión de los mercados internos, a la par que hace altamente vulnerable la economía nacional a las súbitas variaciones del mercado externo.
Jaime, así es, no hay visos de que el actual gobierno atienda a estos sectores ni asuma visiones realmente sentidas de multiculturalidad. Además habría que ver cómo entenderían la multiculturalidad, porque no deja de abundar versiones que llegan a ser casi antípodas de lo que se desea significar.
Gobierno coherente, los felicito por su contundencia y la anticipación de su pronunciamiento, cuando el problema empezaba a hacerse más conocido. Creo que coincidimos. No pierdan el empuje. Alienta saber que jóvenes como Uds. están poniendo con claridad los puntos donde se debe.
Andrés.
Si el desarrollo local permitiría visualizar una sociedad más avanzada, ¿por qué esa sociedad más avanzada no podría ser una de economía social y solidaria?.
Podrías explicar esto. Disculpa que te tutee.
Alberto, la discusión es amplia y recién empieza. Es necesario subrayar que los desarrollos territoriales o locales, en toda su profundidad incluso, no conducirían necesariamente a una “economía social y solidaria” (como sistema social), aunque, como es obvio, sí al despliegue de prácticas solidarias, cosa que es diferente. Porque un sistema no es igual a la suma de los atributos parciales (económicos en este caso) de sus elementos, sino, a las interrelaciones que estos establecen en todos los aspectos. La agregación de rasgos, sectores y ámbitos solidarios (si es que lo son realmente) no resultarán en una economía social y solidaria. Asimismo, tengamos en cuenta que todo desarrollo local no es necesariamente solidario. De lo contrario estaríamos idealizando el desarrollo local y el papel de la sociedad civil, que es lo que se hace cuando se supone que existen localidades al margen del mercado, del Estado y de las relaciones de dominación y hegemonía, como entidades autónomas vacunadas per se de las dinámicas e intereses conflictivos de éstos.
Los fundamentos de la “economía social y solidaria” (Coraggio, por ejemplo) postulan dos conceptos diferentes al mismo tiempo. Por un lado, la consideran un sistema alternativo. Y por otro, como prácticas solidarias que carcomen y copan al sistema actual.
Comparto evidentemente lo de las prácticas solidarias, y que ellas estén (entre otros) en el interior de los desarrollos locales, pero como parte de una cultura solidaria, democrática, y como prácticas colaborativas, que permiten ventajas de este tipo y reducción de costos de transacción, etc. Asimismo que estas prácticas entendidas más ampliamente son un ejercicio hacia alguna sociedad que se vislumbraría más avanzada que la actual.
Pero lo que no comparto es la idea según la cual estas prácticas llevan necesariamente (linealmente) a una “economía social y solidaria” entendida ya no como “economía” (que es como se postula en ciertas partes del planteamiento) sino como sistema alternativo, es decir, como “el modelo” alternativo (que es como se sostiene en otros lugares). Este tipo de lógica de fases subsecuentes encadenadas entre sí, no sólo no se ha cumplido sino que han ocasionado grandes errores políticos y daños anímicos incalculables. (Es un tema aparte, amplísimo). Creería, más bien, que estas prácticas solidarias sólo serían aspectos evolutivos favorables, dentro de muchos otros que intervendrían en una transformación hacia una sociedad que aspiramos sea más equitativa, solidaria, colaborativa, creativa y transparente.
Pero no hay nada inevitable, ni la supervivencia de lo actual existente ni los grandes saltos ascendentes y superadores. Las regresiones y barbaries son reales y deben estar aun, desgraciadamente, dentro del cálculo de las posibilidades. La perversidad, la guerra, el racismo, los impulsos fascistoides, la crueldad, la depredación de la naturaleza, la corrupción, están presentes, o ya a la vuelta de la esquina. Vale la pena luchar por evadirlas o abatirlas. Pero es necesario que el pensamiento crítico incorpore también la incertidumbre de las múltiples salidas, que es además, lo que enseña la historia. Esto merecería varios artículos.
Carlos Zarate
Eso de la socialdemocracia ya no lo cree ni el aprista mas ingenuo
victor chirinos
Publicar un comentario