La respuesta es categóricamente sí.
Estamos en una fase de relativa calma en los mercados financieros – aunque ya comienzan a agitarse las aguas, apuntando a la economía española, pero los problemas financieros subyacentes siguen siendo gigantescos y los estragos en la economía de la gente y en su calidad de vida en muchos países son dramáticos (aunque no generen tantos titulares como las finanzas). Su indicador más saltante es el de la desocupación.
Recordemos que la Eurozona, principal escenario de la crisis en Europa, tiene 500 millones de habitantes y ya 23 millones o más de desocupados. En España la desocupación se acerca al 25%, en Grecia al 23% (y no baja del 9% en Estados Unidos).
La crisis ya ha llevado a una grave contracción económica en varios países de Europa y últimamente ha llevado a una recesión incluso en Francia y en Alemania. China y el resto de Asia están perdiendo dinamismo rápidamente y en Singapur, Japón y Taiwán ya hay contracción de la economía.
Como ha afirmado alguien, la crisis genera incertidumbre y semillas de distopías, lugares llenos de dificultades y sin esperanza, que agregan un explosivo componente de descontento social.
En el ámbito financiero hay un problema de falta de confianza, que incluso puede desestabilizar un sistema financiero sólido, y que se justifica porque el actual sistema financiero tiene todavía mucho de un esquema Ponzi. La falta de confianza no es, como afirman algunos, la causa de la situación de crisis sino una expresión de la misma, que contribuye a agravarla y a prolongarla.
El cortoplacismo, modelo orientado a la toma de decisiones de corto plazo respecto de la expectativa de ganancias, tanto de parte del capital financiero especulativo como de corporaciones que cotizan en bolsa y de amplios sectores de la población y de la política (populismo), está tanto en la base de la gravedad de la crisis actual como de las fases de relativa calma ante indicadores temporalmente tranquilizantes.
El actor principal en la fase de apaciguamiento financiero ha sido el Banco Central Europeo (BCE), que en la práctica ha estado haciendo lo contrario de su prédica, incluso comprando bonos soberanos. Pero de lejos lo principal ha sido inyectar liquidez al sistema bancario europeo, mediante la generación de inmensas cantidades de dinero puestas a disposición de la banca como crédito incondicional a una tasa de 1% y a un plazo de tres años (antes solo eran de un año), para compensar la creciente sequía de préstamos interbancarios y de inversiones privadas en títulos debida a la pérdida de confianza. En la primera operación concedió casi 500000 millones (medio billón europeo) de euros a más de 500 bancos europeos. En una segunda inyectó medio billón más. La primera vez a 523, la segunda vez a 800 entidades, gracias a mayores facilidades para bancos medianos y pequeños. Esto ha apaciguado a los mercados.
En otras palabras, ha hecho, felizmente, gracias a su visión y su autonomía, lo que las dirigencias europeas, encabezadas por Ángela Merkel, han dicho que no se debería hacer.
La mayor parte de estos préstamos sirve a los bancos para cubrir los vencimientos de los próximos años, incluidos los del propio BCE (los depósitos de los bancos en el BCE alcanzan casi 500000 euros), y para la compra de deuda pública (lo que contribuye indirectamente a la baja de las primas de riesgo de bonos soberanos), y de paso para tener una significativa ganancia, a condición de que no se desplome el valor de los bonos. La liquidez no es utilizada en proporción significativa y suficiente para crédito a inversiones y generación de empleo, de modo que, a la contracción del mercado se suma la contracción del crédito para la actividad empresarial, que se refuerzan mutuamente.
Por lo tanto durante tres años no habrá para los bancos principalmente falta de liquidez sino problemas de balances, que obligan a mayores capitalizaciones y reservas. Y el agravamiento de la recesión hará aún más precaria su situación, especialmente en España.
Veamos algunas opiniones vertidas en los últimos meses sobre la gravedad de la situación, varias de ellas en el Foro Económico Mundial de Davos (que siguen vigentes, a pesar de las apariencias).
George Soros: La situación es ahora potencialmente más peligrosa que la previa a la caída de Lehman Brothers.
Ken Rogoff: La crisis empieza a tomar dimensiones existenciales. La UE necesita convertirse en los Estados Unidos de Europa, ahora.
Christine Lagarde, directora del FMI: Puede haber un derrumbe de la demanda, similar al de la Gran Depresión, si Europa no actúa con rapidez para fortalecer su capacidad de respuesta a la crisis de la deuda. Se trata de evitar un momento como el de la década del 30, en el cual la inacción, el aislamiento y una ideología rígida se combinaron para generar un derrumbe en la demanda global. Y, en otro momento, indica que reducir deudas es un maratón, no un sprint.
Donald Tsang, presidente del gobierno autónomo de Hong Kong: Nunca había tenido tanto miedo como ahora de lo que está pasando en la Eurozona. Hagan algo. Háganlo rápido. Sí, ya sé, no hay dinero: búsquenlo.
Wen Jiabao hizo inquietantes declaraciones sobre los riesgos de la economía y de la sociedad chinas. Y Wu Jinglian, ex asesor de Deng Xiaoping, alude a la oferta excesiva de dinero, a los grupos de intereses especiales (vinculados al Partido Comunista) y a la deuda interna, principalmente de los gobiernos locales, como las mayores fuentes de inestabilidad.
Según Moody’s una parte importante de las 40 mayores adquisiciones de empresas – con ayuda de crédito – hechas en Europa entre 2006 y 2008, antes de la burbuja financiera, tienen alto riesgo de mayores problemas por ingresos mucho menores a los esperados.
El presidente de la Autoridad Bancaria Europea dice que en los mercados financieros europeos hay grandes riesgos que pueden materializarse cualquier día y que los bancos tienen que prepararse para esto, recapitalizando, pero sin reducir sus negocios y sus carteras de crédito. Menciona el problema de que los bancos estén desarrollando demasiada aversión al riesgo, lo que puede acabar en una grave contracción del crédito.
Eso calificado como riesgo es más bien una descripción de lo que ya está sucediendo.
Mantengamos el optimismo, porque el mundo seguirá existiendo, pero preparémonos realistamente para un entorno mundial crecientemente más desfavorable.