martes, 31 de mayo de 2011

LLANTA DE PRENSA/ Augusto Álvarez Rodrich, Mirko Lauer, Fernando Rospigliosi

I. Post debate



II. Llanta de Prensa – Flash: Ministros de Humala



III. Flahs: Ministros de Keiko

domingo, 29 de mayo de 2011

EL DURO CAMINO A LA SEGUNDA VUELTA/ Luis Pásara

En una encuesta de IPSOS-Apoyo,  la mitad de los encuestados declaraba el año pasado poco o ningún interés en las elecciones ahora en curso. Sin embargo, el país está actualmente enfrentado en torno al dilema Ollanta/Keiko. Luego de la contraposición entre aprismo y antiaprismo, en los últimos cincuenta años no ha habido algo similar.
En este proceso se ha puesto de manifiesto no lo mejor pero sí lo peor de los peruanos. Si se mira medios de comunicación y mensajes vía Internet, prevalece el “todo vale”. Mentiras e insultos plagan los contenidos. Se llega al extremo de atacar ruinmente al único premio Nobel que el Perú ha tenido, y que probablemente tenga durante mucho tiempo.
En la ola de odio que atraviesa el país sobresale un racismo que algunos creímos que era un vergonzoso componente del pasado. Es un racismo selectivo, claro, que se ejerce contra “el cholo” y no contra “la japonesa” porque, en definitiva, lo que importa no es la etnia si no los intereses de quienes se sienten amenazados.
Porque, sobre todo en el camino a la segunda vuelta, ésta es una campaña del miedo. Alentándolo con descaro, los medios están jugando un papel indecente, en su desesperado intento de manipular la opinión. Como en los tiempos del antiaprismo, el ahora poderoso grupo El Comercio sobresale.


¿Cómo se ha llegado a esto? LEER MAS

miércoles, 25 de mayo de 2011

LLANTA DE PRENSA/ Augusto Álvarez Rodrich, Mirko Lauer, Fernando Rospigliosi


I. Propagandista Médico





II. Empate For Ever





III. Puno en Llamas

URGENTE: ¡QUE LLEGUE PRONTO EL 6 DE JUNIO!/ Carlos Basombrío Iglesias

Dada mi profunda desazón por los resultados electorales y dados los candidatos que quedaron para la segunda vuelta, desde hace semanas veo el 5 de junio como la fecha terrible, en la que lo inevitable ocurrirá.
Conforme van pasando los días, sin embargo, comienzo a necesitar urgentemente, casi como al oxígeno, que pase esa fecha, que ya estemos 6 de junio, sea cual fuese el resultado de las elecciones.
Ello no tiene nada que ver con que hayan disminuido mis preocupaciones con el país que se nos viene, en cualquiera de los dos escenarios. Hay que prepararse porque, gane quien gane, vienen tiempos muy duros, de polarización y enfrentamiento entre peruanos.
Lo digo por otra razón, por el tono al que ha llegado la campaña electoral. Por la forma en que la verdad ha sido asesinada. Por la forma en que se manipulan y utilizan temas que para mí son muy importantes. Por los niveles de intolerancia y hasta de violencia que vivimos.
Pero, aún incluso, más que por eso, y en un tono más personal, por la enorme dificultad que vivo dadas  las opciones militantes que amigos entrañables están tomando, por uno u otro candidato. Me queda clarísimo que ninguno de ellos quería este escenario; que, por el contrario, lo veían con enorme preocupación. Ninguno de ellos votó por alguno de los candidatos que ganaron. Comprendo y respeto del derecho que tienen de identificar, en ese contexto, lo que consideran un mal menor. Algo que yo aún no logro hacer en definitiva, porque sigo viendo, en ambos, males mayores. (Quizás no lo logre y vicie mi voto).
Entiendo, muy bien, las razones de fondo y de circunstancia, de razón y emoción,  que los han  llevado, con tanta vehemencia y arriesgándose muchísimo, por las consecuencias que un error de su apreciación tendría sobre muchas cosas que a ellos les importan. Admiro su coraje. Pero confieso que habría preferido que sus respectivos y legítimos NO,  haya sido lo que dominaran su argumentación y que no terminaran tan directamente involucrados a favor de la argumentación de los contendores.
Nada de eso me quita mi amistad y respeto.
Pero quiero que ya estemos 6 de junio. ¿Saben por qué? Porque conozco bien a mis amigos y sé, que gane quien gane, lo que primará en ellos será la actitud vigilante y la denuncia de todo atropello contra la democracia y los derechos humanos.
Si no todo los peruanos, por lo menos algunos nos podremos reencontrar luego el 6 de junio en esa trinchera, en la que siempre hemos estado.

lunes, 23 de mayo de 2011

UNA DECISIÓN MUY DIFÍCIL/ Alfredo Stecher


Me siento plenamente identificado con el cerca de 50 % de desconcertadas gentes del electorado peruano tras la primera vuelta electoral. Pero al parecer me he demorado mucho más que otros en llegar a una conclusión respecto del pésimo menor, considerando que, en caso de existir éste, el voto en blanco o viciado, que correspondería a mi sentir espontáneo, es una abdicación de una obligación y de un derecho de contribuir al encauzamiento democrático y de desarrollo de nuestro país.
Teniendo conciencia de que los dos candidatos en liza representan un pasado deplorable y graves riesgos para el porvenir, tanto las condiciones internacionales como las fuerzas y los procesos internos significan la posibilidad de ponerle diques a la materialización de esos riesgos. Pero solo la posibilidad. Nada nos garantiza que una concatenación de decisiones, hechos y omisiones no terminen por llevarnos a los peores escenarios posibles.
Me gustaría poder creer en la sinceridad de la reconversión de ambos candidatos a ser demócratas consecuentes y adalides contra la corrupción. Pero ni ellos, con sus más solemnes declaraciones, ni su entorno me lo garantizan. Hasta pueden tener la intención de cambiar, pero los modelos interiorizados y los mecanismos mentales desarrollados pueden fácilmente llevar a lo opuesto.
Si eso es así, la pregunta clave es quién de los dos implica un riesgo mayor para lo avanzado en el Perú. Porque de algo no cabe duda: En parte por, en gran parte a pesar de gobiernos entre malos y mediocres, nuestro país ha dado importantes pasos en el camino del desarrollo o posibilitador del desarrollo.
Ya los resultados de la primera vuelta han significado un duro golpe a la expectativa de continuidad de lo avanzado, a la democracia y a la autoestima democrática de la sociedad peruana, aún asumiendo que hay tendencias democráticas y bienintencionadas detrás de ambos candidatos ganadores, y teniendo coincidencias con las buenas intenciones y diversos planteamientos de personas que apoyan a ambos. Me temo que esas buenas intenciones bien pueden empedrar el camino contrario a lo que buscan.
No tengo razones para confiar en lo que dicen los dos candidatos, pero aún asumiendo que son sinceros en sus compromisos actuales, arrancados por las fuerzas políticas que buscan atraer y por la opinión pública, tengo que pensar más bien en la probable interacción entre sus objetivos, deseos e impulsos con las acciones de la clase política en general y de los procesos sociales intensificados por expectativas y por conducciones políticas diversas. Si bien, a diferencia de situaciones comparables, la nuestra es de avance, no de crisis económica, y el entorno internacional es favorable en lo económico y para la democracia y la moderación, tiene sin embargo una tendencia a la crisis y a la crispación que bien puede favorecer tendencias dictatoriales y a la desestabilización económica en el mediano plazo.
Aún en el caso de que se mantuvieran las características favorables del entorno, y quizá hasta por ellas, especialmente en lo económico, los riesgos para la democracia y para el desarrollo de nuestro país son grandes con cualquiera de los dos candidatos en el poder. En ambos casos son esperables medidas sociales asistencialistas y clientelistas, con despilfarro de recursos estatales temporalmente abundantes, manipulación de las instituciones, un escenario social y político de aún mayor conflicto interno que en el actual período presidencial, y adicionalmente conflictos externos en el caso del humalismo, así como intentos de cualquiera de los dos por perpetuarse en el poder personalmente o como “dinastía”.
Obligado, por convicción, a escoger, en ese contexto, el pésimo menor, considero que los riesgos son menores en el caso de Keiko Fujimori que de Ollanta Humala, tanto por la personalidad y formación de los candidatos como por el hecho de que nuestra sociedad y nuestras fuerzas políticas tienen una alta dosis de vacuna contra el fujimorismo, mucho más que contra el nacionalismo. Mirando hacia atrás, lo que más cuesta es votar por Fujimori, mirando hacia adelante, más cuesta votar por Humala.
En el caso de Fujimori, la presión de la mafia encabezada por el padre y de quienes ven la oportunidad de volver a oscuros negocios es un hándicap terrible, pero la formación profesional e inteligencia de la candidata y sus vivencias en el extranjero hacen esperar una mayor racionalidad y menor inclinación por la aventura económica y política que las de su contrincante. Y no contará ni con un Montesinos ni con un especial ascendiente sobre los militares.
Estoy convencido de que el nacionalismo, tanto de “derecha” como de “izquierda”, es un enemigo del desarrollo, con mayor potencial destructivo cuando viste de “socialismo” (nacionalsocialismo, fascismo, dictaduras soviéticas). En el caso de Humala su posición de conflicto con Chile puede servir de aglutinador nacionalista antidemocrático a la vez que de freno a las constructivas e indispensables tendencias a la integración económica y social latinoamericana.
No es costumbre de los presidentes en nuestro país cumplir los compromisos programáticos. De lo contrario me convencería Humala con su último juramento solemne y de contenido correcto en la Casona de San Marcos, ante personas distinguidas que en su gran mayoría aprecio. Pero incluso creyéndole a Humala que ahora está dispuesto a eso y que la hoja de ruta elaborada recientemente es un compromiso que pretende cumplir, debo decir que la argumentación al respecto, de que es una adaptación a lo actualmente posible, deja enteramente abierta la opción por retomar el programa electoral original cuando eso parezca posible. Aún más, en nuestro país tan presidencial lo que vale es lo que el presidente piensa en cada momento, según sus esquemas mentales, no lo que quizá pensó o al menos prometió originalmente.
Me indigna lo bajo de la campaña de parte de adversarios de ambos bandos, especialmente los contenidos racistas y de exclusión contra Humala y sus adherentes, y comprendo que muchas de mis amistades opten por una posición distinta a la mía. Espero no equivocarme, pero me alegrará mucho si así fuera.
Finalmente, estoy convencido de que parte de las mejores fuerzas de todos los estratos sociales y orientaciones políticas tienen muy claro el lastre del fujimorismo, pero menos claro el del humalismo, en parte porque su actuación política, significativa y negativa, ha sido mucho menor. Aprovechemos la vacuna contra el fujimorismo y apliquemos la vacuna contra el humalismo durante este nuevo período presidencial, ojalá sin Humala en el poder y ojalá con Humala en la oposición mostrando coherencia con su juramento solemne.

SOBRE DUDAS Y CERTEZAS: TERCIANDO EN EL DEBATE / Carlos Basombrío Iglesias

A raíz de la llegada a la segunda vuelta de Keiko Fujimori y Ollanta Humala un importante sector de la población quedó en una situación muy desagradable, ya que considerabamos que este era el peor escenario que se podría configurar.
Empezó así una gran discusión sobre cómo enfrentar esta disyuntiva. Surge así la tesis sobre las dudas y las certezas, como argumento para definir el voto. El razonamiento inicial iba por el lado de fundamentar el por qué apoyar a Ollanta Humala, sosteniendo que en su caso había dudas de lo malo que podría hacer y que en el caso de su contrincante lo que había era certezas. Surgió luego la versión inversa, afirmando exactamente lo contrario.
Tengo amigos cercanos a quienes respeto y admiro afirmando con energía ambos puntos de vista. Sus artículos y entrevistas están ampliamente difundidos en el medio, por lo que me eximo de repetir sus argumentos. Creo que en ambos casos llegan a su razonamiento por motivos válidos y honestos. Me parece absolutamente injusto descalificar a unos u a otros por haber llegado a esta conclusión, en una situación que jamás desearon se produzca. Me parece que es inaceptable decir que unos llegan a una conclusión y son los consecuentes y otros llegan a la otra y se han pervertido.
Sin pretender convencer a nadie y no teniendo la influencia pública de ellos, quiero dar una opinión ligeramente diferente a la de ambos.
Para mí hay enormes certezas negativas sobre los dos; su historia personal y lo que han hecho son alarmantes para cualquier demócrata. A la vez sobre ambos hay dudas razonables, de si en el futuro quisiesen o pudiesen actuar de un modo diferente al que lo hicieron en el pasado.
Fundamento mi posición.
En el caso de Keiko Fujimori, ella es la heredera de lo que su padre hizo en los años noventa. Ella no está allí por méritos propios. La votación que la llevó a la segunda vuelta es la que reivindica el lado autoritario del gobierno de su padre.
Ella fue Primera Dama en ese gobierno. Si bien tuvo públicas diferencias con Montesinos al final y  sostiene que se opuso a la tercera reelección, hay evidencias de ella participando alegremente en esa campaña. Es decir, sus diferencias y distancias con lo ocurrido en los noventa son, por lo menos, parciales y tardías.
Las barbaridades que por esos años ocurrieron fueron de su conocimiento y fueron cometidas nada menos que por su propio padre. No puedo olvidar La Cantuta y Barrios Altos. No les perdono la ley de amnistía de 1995. No puedo alejar de mi memoria a Montesinos comprando al cash medios de comunicación, como si fuesen gaseosas en una bodega. No puedo dejar de recordar que Alberto Fujimori se fugó del país, luego de varios días de frenética búsqueda por los diferentes locales, en los que podrían estar las cosas de Montesinos; y que se llevó consigo decenas de maletas cuyo contenido, de seguro, lo incriminaban
Si su historia pasada no fuese suficiente, a lo largo de la década de los noventa, el fujimorismo ha cambiado muy poco en su conducta política y siempre ha estado asociado a las causas menos democráticas que se hayan promovido en estos años. Cada vez que una iniciativa cuestionable en términos democráticos y derechos humanos fue propuesta o promovida por Alan García no dudaron en apoyarla.
Pero incluso, si lo anterior no fuese suficiente, en sus listas al Congreso están muchísimos de los protagonistas políticos de la dictadura de los noventa.
Si nos hemos de guiar por su historia y conducta reciente, tengo la convicción de que no se puede votar por ella.
En el caso de Ollanta Humala mis convicciones en su contra empiezan por una historia familiar muy particular que no puede ser dejada de lado; no por nada es en la casa y con la familia donde se forman los valores fundamentales de una persona.
Su padre inventó el etnocacerismo una ideología oscura y racista, mezcla de fascismo andino con estalinismo de los años cincuenta. Consideró que la ejecución práctica de sus ideas era la tarea de sus hijos. Y, desde los nombres que les puso, les inculcó esa “ideología”. Veía a las Fuerzas Armadas como lugar donde esta filosofía podía imponerse en el país. Para ello quiso que su hijo Ulises fuese militar y, al no conseguirlo, Ollanta se ofreció para reemplazarlo. Esa combinación de cuna familiar “muy especial” y una formación militar, no son precisamente las garantías democráticas que necesitamos.
Pero además está su práctica. Siguiendo un orden cronológico está primero Madre Mía, en donde como “capitán Carlos” cometió gravísimas violaciones a los derechos humanos, que la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos (CNDDHH) documentó y llevó a proceso. Yo he visto el video en el que el abogado de la Coordinadora da cuenta del modo cómo los testigos fueron llevados a retractarse y, todo parece indicar, que con métodos nada santos. Hay ahora incluso una investigación fiscal abierta por la compra de testigos. Que haya logrado impunidad por esos crímenes, como tantos otros lo han conseguido, no es para mí prueba de su inocencia. Me quedo con la versión de la CNDDDHH.
Viene luego Locumba, un sospechoso levantamiento armado contra un gobierno moribundo (¿por qué no lo hizo antes? Desde 1992 hubo militares y policías que se atrevieron, aún a costa de pagar precios muy altos). No dejan de ser un dato alarmante las llamadas de Montesinos, que en ese momento huía del país, al cuartel en donde se producía levantamiento. Las sombras de que allí hubo complicidad con el prófugo no se disipan de mi mente.
El siguiente capítulo es el del Andahuaylazo, una asonada militar que ejecutó su hermano Antauro diciendo explícitamente que lo hacía por su hermano Ollanta en la que fueron asesinados a sangre fría cuatro policías del Escuadrón Verde (una unidad que algo contribuí a gestar, como parte de una estrategia por la seguridad ciudadana y cuyos integrantes nunca debieron ir para allá, por no estar preparados para enfrentar ese tipo de criminales). No puedo olvidar la muerte de esos policías, cazados como patos por los francotiradores de los levantados.
Antauro tenía años predicando en pueblos y plazas en favor de su hermano, difundiendo un periódico con el inequívoco nombre de la causa: Ollanta. (Así como no se puede entender que Keiko Fujimori exista políticamente sin Alberto Fujimori, tampoco se puede entender que Ollanta Humala haya llegado a la mente de la gente, en esos años, sin Antauro Humala).
El compromiso de Antauro con Ollanta lo ratificó en Andahuaylas. Hay videos donde dice que el levantamiento lo hacía por él. De su lado Ollanta Humala lanzó desde Seúl una proclama pública que leyó en RPP apoyándolo y pidiendo a la población sumarse a la asonada violenta contra Toledo. Luego, en una entrevista en la misma radio, abundó en sus razones.
También pesa en mi ánimo  su estrecha relación con el comandante Hugo Chávez de Venezuela. El 2006 fue absolutamente explícita y estoy totalmente convencido de que el autócrata venezolano se involucró directamente en su campaña. Hay demasiados paralelos entre ambos personajes como para cerrar los ojos sobre el riesgo.
Por último, si el fujimorismo tiene una responsabilidad importante del desastre que fue el último Congreso al haberse alineado con el APRA, cada vez que fue necesario garantizar la impunidad de la corrupción y muchas otras decisiones cuestionables; Ollanta Humala es el responsable de haber llevado al Congreso, con pocas y honrosas excepciones, a un conjunto de impresentables que muchas veces, además, lo traicionaron y que ha dejado a esta institución con la deplorable imagen que hoy ostenta.
Si nos hemos de guiar por su historia y conducta reciente, tengo la convicción de que no se puede votar por él.
Pero luego vienen las dudas.
Ambos personajes juran y rejuran que han cambiado. Que aún si no les creemos su versión sobre el pasado, exigen que les demos el beneficio de la duda sobre el futuro; que pueden y tienen el derecho de comportarse de manera diferente a partir de esta elección. Ollanta Humala es enfático al sostener que su visión estatista, populista y antimercado de su propuesta ya no existe más. Ha firmado un documento en el cual sostiene puntos de vista muy diferentes. Se ha comprometido expresamente a respetar la democracia, los derechos humanos y no buscar la reelección. Hay además razones prácticas para la conversión: a la Venezuela de Chávez le va pésimo, en cambio al Brasil de Lula le va muy bien.
¿Hemos de creerle que ha cambiado? Tengo dudas.
Keiko Fujimori insiste en que gobernará en democracia y con respeto a los derechos humanos, que no indultará a su padre condenado por crímenes de lesa humanidad. Que trabajará en coordinación y apoyando al Poder Judicial y el Ministerio Público, dirigidos ambos hoy, ironías de la vida, por el juez y el fiscal del caso de su padre. Asegura que hará una lucha frontal contra la corrupción. Hay además razones prácticas para la conversión:: reivindicar su apellido ante el país le puede dar mucho más réditos que intentar repetir el pasado en un contexto en que es imposible hacerlo exitosamente.
¿Hemos de creerle? Tengo dudas.
Sigo pues en una situación mucho más difícil que la de aquellos que ya optaron. Sigo en la idea de votar viciado o como dice Pedro Salinas votar por ambos (que no es lo mismo pero es igual).
Si siguen pesando como hasta hoy en mi ánimo las convicciones sobre lo terrible que ya hicieron, no podré votar por ninguno de los dos.
Si al final ya frente a la inevitable cédula de votación (que a ratos siento como un pelotón de fusilamiento para mis convicciones democráticas), mis dudas se disipan un poco, votaré por mi mal mayor. Si lo hago, lo mantendré en reserva. No es algo de lo que me enorgullecería.
Me tranquiliza saber que el 5 junio no acaba el mundo (aunque a ratos nos lo parezca). Gane quien gane, estaré vigilante y muy probablemente en la activa oposición.
Nos tocó perder una vez más. Como que ya nos vamos acostumbrando.

viernes, 20 de mayo de 2011

LA TOLERANCIA: DISCIPLINA INDIVIDUAL, TERAPIA COLECTIVA. RESPUESTA A HEDUARDO/FRANCISCO BELAUNDE MATOSSIAN


La tolerancia es bastante más que aceptar a regañadientes o con fastidio que otros piensen de manera diferente; es ver al otro como un igual, y, por lo tanto, aceptar la posibilidad que el otro, como uno mismo, también tenga razones bien calibradas y honorables para pensar como piensa, independientemente de si se está o no de acuerdo con esas razones. Más aún, por esa vía, es también dejar siempre la puerta abierta a la posibilidad de que el otro pudiera estar en lo cierto, y, uno, estar equivocado.
Ello no se da cuando se atribuye, a priori y de manera generalizada, sólo motivaciones vergonzantes como el miedo o intereses subalternos, a quienes tienen una opinión diferente. Se “acepta” que piensen como mejor les parezca, pero, de ningún modo se admite que su opinión responda a la racionalidad o a una preocupación desinteresada y noble, como la que uno,  “obviamente” (faltaba más), sí tiene: eso no es tolerancia en ninguna parte. En ese esquema, el otro está en una categoría inferior; no es un interlocutor válido pues está dominado por impulsos primarios. Se está así ante un claro mecanismo de exclusión. El mismo por el cual se evacua con desdén la observación de alguien, sin discutirla, mediante la frase “no sabe lo que dice”. El mismo mecanismo por el cual se despreciaba, y se desprecia todavía, en muchos casos, la opinión de la mujer porque se le atribuye irracionalidad, histeria, o los efectos de la menstruación o la menopausia cuando dice algo. El mismo mecanismo por el cual no se toma en serio la opinión de otros por consideraciones racistas.
Lamentablemente, el notable caricaturista Heduardo incurre en esa actitud desdeñosa y excluyente cuando escribe en su twitter: “Tolerancia con los que, por miedo, votan por una mafia, sí, es su derecho, pero no acusen de intolerancia a los que lo hacen notar con claridad”.
Heduardo está equivocado; no sólo porque se permite hacer un diagnóstico, sin más, sobre cientos de miles con los que nunca conversó, en cuanto a que el miedo (sobreentendido como irracional) es el motor de su opción por la candidata de Fuerza 2011: es también absolutamente falso que esos cientos de miles vayan a votar por una mafia. No todos los que conforman las filas fujimoristas son mafiosos, como tampoco lo fueron durante la última década del siglo pasado, pues decenas de técnicos competentes y de reputación intachable como Beatriz Boza, Adrián Revilla (hoy presidente del capítulo peruano de Transparencia Internacional, nada menos) y Augusto Alvarez-Rodrich, colaboraron, en grados distintos, con el gobierno de Alberto Fujimori.
Se vota sobre la base de una estimación de probabilidades de que el lado corrupto y dictatorial no se impondrá. Hay un riesgo de equivocación, ciertamente, pero asumir que lo peor sucederá necesariamente es muy poco riguroso intelectualmente.
Por cierto, tampoco se puede decir, respecto de los que se inclinan por la candidatura de Ollanta Humala, que apoyan la sedición (por lo del “Andhuaylazo”) o la violación de derechos humanos, aún cuando muchos de ellos estén convencidos, más allá de las resoluciones judiciales, que las acusaciones en torno a Madre Mía son ciertas; van a votar por quien, hechas las sumas y restas (bastante más restas que sumas, en ambos casos), consideran, legítimamente, que representa el menor riesgo para la democracia.
Es decir, no se puede pasar por alto que la actual es una coyuntura particularmente difícil que obliga a un gran número de peruanos a votar por quien, en otras circunstancias, jamás hubieran votado. No sólo es falso que los van a optar a su pesar por uno u otro candidato, votarán por una mafia o un sedicioso y violador de derechos humanos, sino que decir algo así es demostrar poca consideración, o, si se prefiere, delicadeza, por quienes, de todos modos estarán  incómodos  con la decisión que van a tomar. En un ambiente de tensión, esto no es poca cosa. Por el contrario, la exigencia de hilar fino en el análisis y en el trato con los demás, es mucho mayor. Es una regla básica de la convivencia democrática.
Entonces, así como son absolutamente inaceptables las groserías que llueven desde la orilla de los que se inclinan por la señora Fujimori, también lo son los ataques, en apariencia más “sofisticados”, pero, por ese motivo, más insidiosos, provenientes del fortín del otro lado. Como un claro ejemplo de esto último, el autor de teatro y guionista, Eduardo Adrianzén, se permitió pergeñar recientemente un texto titulado “Si ya decidiste votar por Keiko Fujimori”(http://lamula.pe/2011/05/09/eduardo-adrianzen-si-ya-decidiste-votar-por-kf-se-coherente-y-suscribe-esto/davo) que no es un más que un catálogo de prejuicios insultantes; lo insólito es que haya sido festejado por un buen número de personas, en una muy triste demostración de intolerancia.

miércoles, 18 de mayo de 2011

CARLOS IVÁN DEGREGORI / Carlos Basombrío Iglesias

De la inminencia de la muerte de Carlos Iván Degregori sabíamos todos, dada la cruel enfermedad que sufría. Más bien logró, con mucho coraje, ganarle unos años más a la vida. Aún así, y cuando la inevitable noticia nos llegó hoy, nos remeció.
No de ahora, sino desde hace muchos años, pienso que Degregori es el científico social más importante y completo que haya producido el Perú. Antropólogo de profesión, se movía también con notable facilidad por la ciencia política y la historia. Allí están sus múltiples libros para mostrarlo.
De Degregori no se puede decir que hubo que esperar a su muerte, para que la gente se diera cuenta de su gran valía. Afortunadamente se lo dijimos todos en vida y, en estos terribles meses finales, lo tiene que haber reconfortado saber lo reconocido y querido que era. No había vivido en vano, como alguna vez sintió José María Arguedas. Además de su alma Máter, San Marcos, se lo peleaban como profesor invitado prestigiosas universidades de los Estados Unidos y Europa. No sólo en su entrañable Instituto de Estudios Peruanos, investigó y escribió. Sus artículos, entrevistas, conferencias, ensayos y libros fueron y seguirán siendo  materia de mayor interés en los medios académicos de muchos países.
Creo que un rasgo central para entender su vida fue su pasión y compromiso, no sólo intelectual sino afectivo, con el mundo andino y, dentro de éste, con los más pobres y humillados de sus habitantes. Nada le molestaba más que el racismo y el desprecio de los que son todavía víctimas.
Le indignaba, por ejemplo, cada vez que Alan García expresaba su desdén por el componente andino de nuestra identidad nacional. En uno de sus últimos artículos escribió:  “Con este legado mixto y sus declaraciones impresentables, podemos sospechar que este señor ya fue y que no da para el 2016, más aun ahora que dos grandes de nuestra cultura –Arguedas y Vargas Llosa– se acercan inesperadamente en su interpretación de la cultura peruana. Algo significará. Fue bueno escuchar a Vargas Llosa en Estocolmo decir que no hay fórmula mejor para definir al Perú que el país de “todas las sangres” y rematar con una hermosa referencia a Borges: “si escarbamos un poco descubrimos que el Perú, como el Aleph de Borges, es en pequeño formato el mundo entero. ¡Qué extraordinario privilegio el de un país que no tiene identidad porque las tiene todas!”. A estas alturas el señor García y su desprecio a nuestro país y su diversidad, ya fue, y si volviera, entonces sí, qué país más incapaz de superar, aunque sea en parte, nuestros problemas; qué país más mediocre y más triste seríamos”. (Revista idéele, enero 2011).
Esta profunda reivindicación de lo andino y su exigencia de reconocimiento y justicia, está presente en toda su vida pública, empezando por sus años de San Cristóbal de Huamanga, a la que volvía siempre a encontrarse con las raíces de su compromiso académico y humano. 
Pero el momento culminante de esa pasión, tiene lugar en la Comisión de la Verdad y Reconciliación, donde Degregori contribuye decisivamente a poner estos temas y esas preocupaciones en el informe. Las Conclusiones y Recomendaciones del Informe Final, uno de los documentos más importantes para entender no sólo la época de la violencia, sino los graves problemas que tenemos que solucionar si queremos ser un país viable, son fruto principalmente de su pluma. El texto, en cierta manera, reproduce lo que era Carlos Iván, alguien capaz de ir a la raíz de los problemas, pero convocando a una aproximación serena, basada no en apasionamientos ideológicos, sino en la realidad. Cuánta rabia debió haberle dado, no que criticaran al documento con tanta saña, sino que lo hicieran sin leerlo, atribuyéndole cosas absolutamente ajenas a su contenido.
Las Conclusiones y Recomendaciones del Informe no son sólo un texto fundamental que debieran leer todos los peruanos, sino que en ellas, pese a su esfuerzo en contrario, se reconocen rasgos de su pluma exquisita. Es que Degregori no solamente fue un gran investigador, sino que tuvo una envidiable facilidad para escribir.
Y, también, hablaba bien. Muchas veces, escuchándolo, hace ya muchos años, cuando aún no lo conocía personalmente, me quedaba impresionado de su dominio de escena y de cómo podía lograr exposiciones de gran profundidad, haciéndolas a la vez muy amenas y accesibles. Años después, allá por 1994, cuando coincidimos en Washington D.C , le hice una confesión: al comienzo me había parecido sobrado, porque cuando me acercaba a él por algún motivo, lo sentía cortante. Le dije que después aprendí que ese personaje, al que le era tan fácil hablar en público, una vez fuera del escenario, se volvía tímido y le costaban mucho más de lo que uno pudiese imaginar, las relaciones con personas que no conocía. Se rio, tímidamente, y me dijo que era cierto.
En los últimos diez años tuve la suerte de verlo mucho más frecuentemente y hacernos amigos. No tan cercano como hubiera querido y, por eso, nunca quise importunar la privacidad de su enfermedad visitándolo. Me arrepiento. Por lo que me contaba su (mi) entrañable amigo Michael Shifter, cuando le inquiría sobre sus conversaciones, las que llegaron hasta los últimos días de su vida, quizás le habría gustado que lo visite.
En los últimos ocho años tuve el privilegio de verlo muy frecuentemente. Nos reíamos de la ironía de que ello casi nunca ocurriese en el Perú. Casi siempre fue en reuniones del Diálogo Interamericano, algunas veces en seminarios del Woodrow Wilson Center y, por allí, en algunas otras.
Eran ocasiones en la que había mucho tiempo para conversar. Aprendí muchísimo escuchándolo. No sólo de sus conocimientos, sino quizás, aún más, de su curiosidad e interés por todas las opiniones,  incluso por las de aquellos que estaban más lejos de sus posiciones. Me parece que se deleitaba más escuchando a gentes que pensaban diferente,  que a aquellos con los que coincidía casi en todo. Y no es que no tuviera columna vertebral y posiciones definidas. Vaya que las tenía.
Pero creo que en su sabiduría se daba cuenta de que la realidad era compleja, matizada y que había que enriquecer los puntos de vista de uno, con las visiones de los demás. Tenía una inmensa tolerancia por la opinión ajena. Si bien era halagador y  reconfortante, cuando coincidía con nuestras apreciaciones, también te hacía sentir, que las diferencias de opinión en que algunos casos se daban, no invalidaban ningún diálogo; por el contrario.
Por las razones que comenté más arriba, no sé lo que pensaba Carlos Iván del momento político actual. Tengo la casi absoluta certeza de que ninguna de las dos opciones sobre la mesa era la suya. Quizás, a diferencia de otros, que no lo podemos hacer, ya había escogido su mal menor. Creo que no me habría descalificado por no hacerlo. De lo que estoy seguro es que murió profundamente convencido que en el Perú tienen que cambiar muchas cosas y, a la vez, que no era posible hacerlo bien, sin el respeto por el otro, sin tolerancia, sin democracia, sin  derechos humanos. ¡Que falta nos vas a hacer Carlos Iván Degregori!

POTENCIAR LAS COMISARIAS, UNA SOLUCIÓN RÁPIDA E INTELIGENTE PARA REDUCIR EL DELITO COMÚ/ General PNP, Enrique Yépez Dávalos

La presencia en Lima del Alcalde de Nueva York Rudolph Giuliani y hace diez años de William Bratton, Jefe de la Policía que puso en práctica la política del primero, nos complace porque deja valiosas enseñanzas. Bratton, en un informe de Julio del 2,002, señaló entre otros aspectos la importancia de la presencia policial en las calles, la inteligencia para erradicar puntos críticos, mapas georreferenciados, la  necesaria participación ciudadana y los mecanismos de evaluación “compstat” para conocer el modus operandi del delito.  Giuliani, con mayor o menor énfasis preconiza similares conceptos que son importantes porque constituyen requisitos principales a tener en cuenta por cualquier organización policial para luchar contra el delito.


Estos mismos criterios y otros más los han señalado con detalle de tiempo atrás especialistas peruanos en seguridad ciudadana y lo siguen manifestando en diferentes foros a los cuales son invitados. Cuando nos visita un especialista de otro país pareciera novedad, quizá por el hecho de ser experto extranjero, pero no es así. 


La gran diferencia es que Bratton tuvo en el alcalde Giuliani un firme impulsor político para que estas valiosas ideas se hagan realidad. En nuestro país estos criterios, preconizados con anterioridad, han carecido del soporte político necesario a nivel municipal y del gobierno central por la carencia de una política de orden y seguridad consistente que tenga sostenibilidad en el tiempo, por lo menos durante un periodo presidencial.


La falta de un proyecto en seguridad ciudadana conlleva a confusión y desorden a la hora de tomar decisiones, sobre todo entre el Ministerio del Interior- Policía Nacional,  con los  Gobiernos Municipales. Mientras los primeros quieren mantener liderazgo “desde arriba” en temas de seguridad que son fundamentalmente locales, un gran porcentaje de los segundos se obstinan en querer tomar las riendas de la institución policial en sus demarcaciones territoriales, como si la policía careciera de comandos superiores con los cuales coordinar. Este “tira y jale” data de quince años aproximadamente y hasta ahora no somos capaces de encontrar soluciones satisfactorias entre las partes.


Mientras tanto los ciudadanos no pueden esperar, quieren y exigen con justa razón más y mejor seguridad en sus barrios y distritos. Yo creo que a la par de encontrar las mejores soluciones a estos problemas, el gobierno central y los gobiernos municipales deben poner en ejecución de inmediato aquellas acciones que los unen y articulan, como por ejemplo:
1.         Mayor número de policías en las calles, relanzando a las comisarías como el centro de la prevención, investigación y el control del delito a nivel local, con sistemas computarizados y de comunicaciones estandarizados que permitan implementar mapas y observatorios del delito.
2.         Fortalecer los programas preventivos, educativos y de reinserción para jóvenes pobres y adolescentes en riesgo.
3.         Fomentar con énfasis la participación de la comunidad en seguridad ciudadana, implementando “redes locales contra el delito”.
4.         Recuperar los espacios públicos para mejorar la calidad de vida de los vecinos.
5.         Establecer una política de mano firme para ocasionales y reincidentes, coordinando con el Poder Judicial para sancionar rápidamente a los autores con penas de arresto en “salas de meditación” y programas de trabajos comunitarios a nivel distritos para adolescentes en riesgo, hasta penas de internamiento para autores de delitos execrables.  


Si queremos en verdad reducir la delincuencia en Lima y en las principales ciudades del país tenemos que empezar AHORA MISMO con la puesta en ejecución de estas propuestas, que no son nuevas ni producto de la experiencia de expertos internacionales, sino son fruto de nuestra realidad desde hace mucho tiempo. Como podrán apreciar, no son medidas que demanden mucho dinero del Estado ni menos acciones difíciles de realizar o que generen divergencias. Solo se necesita voluntad política para ejecutarlo, liderazgo y una franca coordinación entre los actores del problema.


Los ilustres visitantes Bratton, Hugo Acero, Antanas Mokus, Lucía Danmert, Laura Chinchilla, José María Rico, entre otros expertos que estuvieron en Lima en otras oportunidades y ahora Guiliani, creo que estarían de acuerdo con la ejecución de estas acciones si tuvieran que asesorar a las autoridades peruanas para reducir el delito. Lo que si no estarían seguramente conformes es en reproducir al “pie de la letra” experiencias exitosas de otros países o ciudades en nuestra realidad, porque los escenarios en la evolución del delito son diferentes y hasta contrapuestos.


Por tanto, este es el momento de pasar de las meras declaraciones a la obra, a la ejecución de las políticas con estrategias de consenso. Por supuesto que existen muchas acciones más  pero por algún lugar debemos empezar. Iniciemos pues por estos cinco propuestas y si existen especialistas que no están de acuerdo con las mismas – no me cabe duda que existan – comencemos con cualquier otra medida pero que sea ampliamente aceptada por el gobierno central y los gobiernos municipales.
Si los planes de gobierno de los partidos políticos de Keiko Fujimori y Ollanta Humala otorgan a la seguridad ciudadana un lugar preferente, entonces cualquiera de ellos a partir del 28 de julio debe acometer esta gran tarea con firme voluntad y decisión. La delincuencia no espera, ni mucho menos los ciudadanos.

martes, 17 de mayo de 2011

LLANTA DE PRENSA/ Augusto Álvarez Rodrich, Mirko Lauer, Fernando Rospigliosi


I. La Encuesta Imposible






II. Con Reserva





III. Giuliani


domingo, 15 de mayo de 2011

LA SINRAZÓN DE ROSPIGLIOSI/ Luis Pásara

En una segunda vuelta la mayor parte del electorado vota en contra del candidato que estima peor. En la decisión acerca de por quién votar concurren en el elector razones y argumentos, pero también prejuicios, miedos, odios e incluso fobias; esto es, factores irracionales que, como en la vida, resultan inevitables.


En el caso peruano, de prejuicios, odios y fobias tenemos hoy abundancia, tanto en los medios de comunicación como en las redes de internet. En éstas sobresale el racismo de una manera que provoca vergüenza nacional también en quienes vivimos fuera.

De los analistas uno espera algo distinto. VER MÁS

viernes, 13 de mayo de 2011

EL DIÁLOGO EN TIEMPOS DE CÓLERA/Francisco Belaunde Matossian


No me refiero al diálogo entre responsables políticos, sino entre nosotros, los sufridos electores que, desde el 10 de abril, no pocas veces nos vemos involucrados en airadas discusiones en torno a la segunda vuelta, con resultados con frecuencia lamentables para nuestras relaciones familiares y amicales.
Antes que nada, no olvidemos que, en estas elecciones, un gran número de nosotros pertenecemos al muy numeroso grupo de los “Atrapados sin salida”. Sea cual fuere la decisión que vayamos a tomar, no somos ni humalistas, ni fujimoristas, ni “neohumalistas”, ni “neofujimoristas”. Que nuestra ira no nos confunda respecto a la identidad de nuestros interlocutores.  
En segundo lugar, tengamos también muy presente que existe la posibilidad (sí pues, aunque nos parezca aberrante e inconcebible), de que podamos estar equivocados, parcial o totalmente, y de que nuestro interlocutor tenga razón. Es una actitud sana, social y personalmente; en éste último aspecto, porque es una muestra de equilibrio mental y porque también incide en nuestro sistema nervioso; tiene efectos relajantes comprobados. No es tan dramático equivocarse, menos aún cuando se trata del futuro y de predicciones muchas veces ominosas.  
Si en una discusión nos quedamos sin argumentos frente a los razonamientos del interlocutor, evitemos salir del paso con insultos, declaraciones grandilocuentes e indignadas o piruetas verbales que, detrás de un tono jocoso, tienen la intención de herir o de burlarse, como una manera de hacer olvidar y de no admitirse a sí mismo, que nuestro interlocutor expuso mejores razones. Es posible que esto último se haya debido sólo a que nosotros estábamos más ofuscados y alterados mientras que nuestro interlocutor, por el contrario, estuvo más sereno.  Tomemos esa situación como una oportunidad para meditar. No dejemos que nuestro orgullo o nuestra inseguridad nos hagan insoportable la idea de “perder” una discusión. Siempre podemos aprender algo nuevo y, ciertamente, ello se dará en conversaciones alturadas y en base a fundamentos que, nos convenzan o no, de todos modos siempre nos enriquecerán.