El mandato democrático que ganó Susana Villaran, hoy Alcaldesa de Lima, caminando todas las calles y barrios de la ciudad y debatiendo sus propuestas, hoy se quiere revocar a la carrera, a oscuras y a escondidas. Frustrando procesos y debates ganados con claridad, y negando los tiempos elementales que una gestión seria necesita para afrontar los problemas urbanos, como el del transporte y los abastecimientos, en una ciudad enorme y conflictiva como Lima.
Casi sin apoyo del gobierno central, además, celoso de esa vitrina.
Precipitándose así, con ayuda del JNE de cuando el apurado presidente anterior, calendarios , para que no haya tiempo para que se vean las obras.
Mejor quememos etapas; corramos con Lima primero, y ya vendrá todo lo demás del país, después. Y qué importa si se saltan elementales procedimientos y coordinaciones, como correspondería a un Poder del Estado. Para eso, como decía el Doc en los vídeos, uno es autoridad. Así es la cojudez.
Y hay que aprovechar este clima enredado, y que hay un eco que se ha conseguido con abundantes cámaras televisivas y manipulando titulares confusos, además de regalarle protagonismo a esos actores secundarios que revocan (quienes incluyen a un pintor de paredes que declara ganar mil soles mensuales y a quien, para las fotos, le han prestado una corbata vieja). Para que se presten a esto, con apoyo del marco turbio de la prensa ésa que , cuando Fujimori, canjeaba titulares por favores , o de la que responde a malas leches y odios .
Coro al que se incorpora, un día sí, otro también , y un día no, la prensa que fue seria y ahora es una parodia de sí misma. Y que con este suicidio traiciona su identidad, su credibilidad y su trayectoria.
Todo vale. Al fondo hay sitio. La telenovela comienza.
Esta telenovela le propone a Lima regresar al siglo 19. Parece una de esas venezolanas, donde terratenientes algo feudales tratan de hacer llorar a damas y damiselas por atreverse a ser modernas. Esas donde todos tienen tres o cuatro nombres y siempre hay atrás un fondo de caballos que corren o relinchan. Y en la mesa, adornándola, curas (o mejor, cardenales), bendiciendo lo que venga, como cuando Franco.
Seguramente porque " la Villarán " (qué se habrá creído) se coló, sin vela, en este entierro. Esa insolente que comenzó en dos por ciento, y que, maldita sea, terminó ganando una elección.
La que racionaliza el transporte y ordena La Parada, sin entender que la política consiste en disimular y no en hacer. Y malogra así negocios y los viejos y cómodos escenarios otoronguiles de hoy por tí, mañana por mí, que les encantan a los partidos oficiales de toda la vida, ahora que ya no están liderados por gente con convicciones y trayectoria.
Y, peor aún, atreviéndose, además, a ser honesta.
Y a cosas peores. A hablar claro. Y a afrontar problemas.
Con lo cual deja mal a nuestra clase política, experta en esconderlos. En hueveo, en floro.
A revocarla, se ha dicho.
Pero ahora, va a haber que encontrar explicaciones sobre por qué.
Pues La Revocatoria, la telenovela que ya empezó, no nos presenta ni razones ni denuncias. Como habría podido esperarse. Si en vez de estas telenovelas tuviéramos escenarios de liderazgo razonable. Casi es más un concurso de baile.
Ya empezó y, gracias al JNE anterior, nos impedirá a los ciudadanos ir a la playa un domingo de Marzo y también dormir tranquilos, (pues su cómputo de cuarenta casilleros a marcar por cédula, batirá records Guinness: de tardanza, y de inutilidad).
Ya ha habido algunas revocatorias antes, en pequeñas ciudades, revocando a tramposos. Donde las listas de regidores eran cortas y todo el mundo sabía quién era quién.
Pero esta vez en Lima habrá 40 preguntas, una por Regidor, es decir sobre quienes casi nadie conoce y entonces llenar la respuesta será una rifa. En que se juega la ciudad.
Y los resultados serán un enredo de pelea de pulpos, que habrá que pedirle a Fernando Tuesta que explique, porque ni siquiera estará doña Magdalena Chú.
Sin explicaciones sobre por qué habrá todo este enredo, en Lima el discurso de los revocadores visibles es más bien "Queremos revocarla porque nos da la gana, porque nos sale de los forros. "
Sin dar la cara, y negando esos obvios nexos, recursos, encargos, camionetas, y disimulando esos fideos y galletas canjeados por firmas. Y disimulando esas gorritas y camisas amarillas, del color estridente del resaltador luminoso que usan los asesores para subrayar en los escritos con que justifican sus ingresos cuando los contratan mensualmente y hay que llenar el informe. El mismo color del que se pintó toda Lima, Plaza de Armas incluida, escaleras, barandas, hospitales y todo lo que se pudiese ver. Hace poco.
El principal actor telenovelesco de toda esta mediocre farándula , es, como se sabe, un ambicioso extra o actor secundario , con tantos enormes afanes de protagonismo, como metidas de pata y de audio y que, en esos roles variopintos de nuestra farándula, ha ido desde el izquierdismo cuando Barrantes, en que fue Regidor, hasta el otro lado del espectro político peruano, a servir ahora a esa derecha de tres letras que está nostálgica de cuando no había que ganar elecciones como ahora y los alcaldes eran amigotes del presidente.
Y este actor secundario está amparado por actores que se esconden, esperando actuar, cuando todo esto sea un enredo, en la próxima telenovela. Aunque esconderse cada vez se les hace más difícil. Entre otras razones porque ya se le acabó el discurso al extra protagónico quien no expone otro programa que querer que todo regrese a un supuesto escenario ideal anterior.
Según dice, o le encargan decir, cuando Luis Castañeda era alcalde (y él cobraba agradables consultorías mensuales) todo en Lima estaba bien. Y ahora todo está mal.
Esta telenovela con baile continuará. De aquí a marzo.
Almodóvar se preguntaba bien qué hemos hecho para merecer esto.