En ocasiones basta intercambiar el lugar de dos letras para que las cosas se ubiquen, paradójicamente, en su sitio. Lo menciono a propósito del debate que se ha venido dando en estos días a propósito de la manera responsable no solo de manejar la crisis, sino de cómo perifonearla (o no). Las posiciones extremas serían la del ministro de economía, quien nunca ha hecho tanta gala de su apodo –“el mago”, en honor a su padre, taumaturgo de las canchas de fútbol- como en estos días. En reunión con el ex presidente Toledo, ha afirmado que el único problema con el plan anticrisis del Gobierno es el nombre, porque en el Perú no hay crisis. Se requiere de una magia que dejaría a David Copperfield como un principiante para lograr desaparecer una catástrofe de esas dimensiones, ante los ojos estupefactos del público mundial: sala cadula mágica bula y ¡zas! ¿dónde está la crisis? ¿ah? Salva de aplausos atronadores. En la platea, como dijo John Lennon en el Royal Albert Hall con los Beatles, pueden agitar sus joyas.
Por otro lado, Toledo aparece en plena temporada de fiestas a enmendarle la plana a sus “amigos” Simon y Valdivieso. Como diciendo: yo sé lo que se necesita hacer para enfrentar la situación de manera eficiente, coherente y responsable, cualidades que, salvo alzheimer indetenible, no le recordamos como sus principales atributos. Además, fiel a su estilo, ha dicho que está estudiando la situación y en los próximos días hará los anuncios respectivos, con las recetas salvadoras que nos han dejado en un suspenso intolerable. Esto último, más bien, suena más familiar. Yo lo sé, pero todavía no se los voy a decir, lo haré cuando sea el momento. Te conozco, pescao, aunque vengas disfrazado con tus jeans y esas ojeras delatoras (que compartimos).
García no se iba a quedar callado, como es de suponer. Fue en Manchay, en compañía del cardenal Cipriani, que en medio de una serie de reflexiones optimistas y religiosas que ni el papa –quien en su mensaje navideño urbi et orbi ha amenazado al mundo con la ruina si no se cambia el manejo económico mundial- se atrevería a proferir con tan megalómana certidumbre:
“Tengan confianza que este año 2009, Dios nos va a dar una buena sorpresa. No es posible que nuestra patria retroceda, ni sufra más dificultades, será al contrario, nuestra patria avanzará en empleo, crecimiento y dará los títulos a todos los que no tienen”.
¡Uf! Ya me siento mejor. No contento con insuflar esa dosis de energías positivas a los pobladores del arenal, arremetió contra el mensajero venido de lejos, que no es el Niño Jesús, sino, modestamente, el de Cabana:
“Hacia adentro no nos confortamos, no nos serenamos y a veces cunde el miedo, rápidamente, el rumor y también la mala fe del que llega y habla mal. Entonces, tenemos que desterrar eso de nosotros”.
¿Entendieron? No escuchemos a esos profetas del Apocalipsis, todo está bajo control. El 2009 no solo no habrá crisis, sino que nos irá mejor. No importa que, por una vez, los dirigentes sindicales estén de acuerdo con los empresariales, los economistas, los periodistas, toda la oposición política y hasta los metiches de los psicoanalistas como el suscrito (en sintonía con la inmensa mayoría de opiniones del mundo entero). En presencia del prelado representante del Papa y por ende Del que reina arriba de todos, el presidente garantizó que la crisis devastadora no causará desempleo, alzas ni menos hambre, sed o más injusticias, con sus correspondientes correlatos de violencia social. El 2009 el Perú seguirá su irresistible carrera ascendente y los aguafiestas tendrán que tragarse sus palabras con su amarga poción de preferencia (¿qué tal una botella de cicuta azul?).
Si se tratara del discurso de un paciente, mi primera hipótesis sería la de un delirio. Pero entonces, ¿qué me hago con el discurso del ministro de economía? ¿será una folie a deux? ¿y el premier que amenaza a los empresarios con drásticas represalias si no bajan los precios, adónde lo ubicamos en el espectro psicopatológico? (no por amenazarlos, que en otras circunstancias a lo mejor sería lo que correspondería ante casos probados de monopolios, oligopolios o especulación perniciosa, sino por lo irrisorio de su mensaje: ¿quién le va a hacer caso a estas alturas?) Mi impresión es que estamos, más bien, ante un caso de alucinación negativa causada por un inminente ataque de pánico en la persona del Jefe máximo (su escena temida podría formularse así: ¿y si todo se repite y en lo que me resta de Gobierno nos vamos cuesta abajo, cómo quedará mi imagen de estadista omni y ventripotente?). Sucede que su liderazgo, a diferencia del de Toledo que era inconsistente y poroso, es monolítico. Si el Presidente dice que no hay crisis sino gran oportunidad, entonces hay que corregir la economía, la política, la semántica y la psicología de las masas para que se adecuen a la visión grandiosa e infalible del maestro y guía.
La discusión sobre las medidas anticíclicas ya fue (exit jerga tecnocrática eufemística). La del blindaje, ídem. Ahora estamos en una época de fe, esperanza y caridad. Pero sobre todo el debate de fondo, es decir el modelo de sociedad al que queremos llegar ahora que han colapsado los dogmas de fe económicos post caída de los muros de Berlín y Wall Street, eso se lo dejamos a los amargados, los escépticos, los caviares, los parásitos, los perros del hortelano. A más calumnias, más capitalismo.
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Hace 8 horas
3 comentarios:
... o a los europeos, o "primermundistas" en general...
Por motivos profesionales, he tenido la ocasión de estar en Europa, en plena "crisis", inmediatamente después de estar en un Perú con titulares de prensa sumamente optimistas y cifras verdadera (¿o aparentemente?) alentadoras. Mi (¿humilde?) impresión de primera mano, de no-economista, mezclada con una pizca de sentido común, me permite palpar lo siguiente: 1. En Europa gritan "¡Crisis!", se toman las medidas de salvataje posibles, los medios de comunicación abusan del término para vender, los efectos de la deflación son evidentes (ante los múltiples candados en el crédito bancario), pero, que yo sepa, los bares siguen abarrotados de gente, igual que las tiendas de ropa o de electrodomésticos. En el Carrefour, es usual que haga cola. Y los contenedores de basura serían la gloria para nuestros queridos recicladores. Podrías amoblar tu casa escudriñando en ellos. 2. En Perú gritamos, entusiastas y disciplinados, cual canto de la JAP, "¡No hay crisis!, pero ¿cuántos pobres extremos tenemos aún?. Las cifras de crecimiento, insisto, son reveladoras, y las palabras del primer mandatario exageran respecto de una concreta verdad, pero eso, si no está acompañado de otras políticas y/o medidas, no se llama desarrollo sostenible. Con todo, resulta cuando menos ingenuo creer que seremos inmunes a una crisis que, en efecto, es sistémica, en un mundo altamente globalizado(consultores en Recursos Humanos y Management ya han dicho que habrá recortes en la necesidad de ejecutivos y en sus sueldos, en compañías transnacionales -leer noticia en el Comercio-), pero una actitud positiva, me parece, sin temor a sonar simplista, y sin que tampoco le de la espalda a la crisis del sistema (vivimos en el mundo) y a una reflexión sobre su continuidad, es indispensable para que el huayco no nos sepulte, porque todavía hay mucho por hacer. El pesimismo es una delicatessen que el Perú no puede ni debe comprar.
En el Perú no nos damos cuenta que convivimos con la crisis desde siempre. Basta con sólo ver las inmensas poblaciones de los conos que viven en condiciones de extrema pobreza y que es parte del entorno que vemos a diario rumbo a los balnearios del sur o camino a las zonas industriales del cono norte o este, por no hablar de la orfandad en las zonas rurales donde no se vive, sino a penas se subsiste y mueren de a pocos nuestros niños. Hay crisis, siempre la hemos tenido y nos importa un rábano, porque en los últimos tiempos no lo hemos vivido en carne propia.
No confundamos crisis con pobreza. El Perú es un país pobre y avanzamos lentamente para reducirla. Pero no es un país en crisis económica ni lo estará si cae el ritmo de crecimiento del PBI del 9% actual a 5% el 2009. Sin embargo, las expectativas influyen en la economía. Si seguimos gritando "crisis" se va a reducir la inversión y con ella el empleo y por lo tanto aumentará la pobreza.
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