miércoles, 14 de enero de 2009

PROPOSICIONES / El imperativo de reformar la Policía en el Perú (1) / Carlos Basombrío Iglesias

Desde hace una década un grupo de civiles venimos peleando por que se haga una verdadera reforma de la policía en el país. A su vez, al interior de la PNP han habido y hay muchos oficiales y suboficiales que comparten esa visión.

De hecho al retornar la democracia y en sucesivas gestiones ministeriales durante los gobiernos de Paniagua y Toledo, se avanzó en el diseño e implementación de muchas de esas reformas. Sin embargo, no hubo continuidad ni apoyo político y los procesos quedaron truncos y en la mayoría de los asuntos centrales se ha retrocedido al pasado.

Con el paso de los años la urgencia de una reforma no ha desaparecido, por el contrario, hay un conjunto de razones que hacen que el tema tenga total actualidad.

Inicio con éste una serie de artículos en Espacio Compartido sobre el asunto y creo que la primera pregunta a responder es justamente la de por qué, en concreto, se necesita reformar la Policía en el Perú.

Habría que empezar diciendo lo obvio. Tenemos un Estado profundamente ineficiente y falto de legitimidad ante la población. Hay un conjunto de funciones claves que deben ser radicalmente transformadas si queremos ser un país viable. En ese contexto más amplio se ubica la reforma de la Policía, que es sólo una de las varias reformas institucionales pendientes.

Pero hay razones muy específicas para preocuparse por la Policía.

En primer lugar, porque la inseguridad ciudadana se ubica ya al tope de las preocupaciones de la gente en las ciudades. Y el temor de ser la próxima víctima está directamente asociado a la percepción de que no hay capacidad de respuesta pública suficiente frente al problema.

En segundo lugar, por la emergencia de nuevos problemas de seguridad. Poco a poco situaciones que antes no nos tocaban tan directamente empiezan a ser pan de cada día en nuestro país. Robos y atracos con armas de fuego y víctimas mortales, asesinatos por encargo, pandillas cada vez más violentas, carreteras que parecen la del viejo oeste, zonas liberadas para el narcotráfico y otras actividades ilegales. A la vez se está produciendo un agudo deterioro, casi un colapso de la capacidad de la Policía de mantener le orden público. En el contexto de estos nuevos problemas -y muy de la mano de la pérdida profesionalismo- son cada vez más los policías que mueren en las calles y las personas que mueren durante las intervenciones policiales.


En tercer lugar, porque el progreso económico del país no va a solucionar per se los problemas descritos. Cabría decir, más bien, lo contrario. Un mayor dinamismo económico tiende a ocasionar que los problemas de seguridad se agraven. A su vez, la inseguridad al extenderse y agravarse se puede convertir no sólo en un problema de convivencia, sino también en una barrera importante al desarrollo.

En cuarto lugar, porque lamentablemente la corrupción corroe a la PNP hasta sus cimientos y hace casi imposible que realicen adecuadamente su labor. Patrulleros que no patrullan por gasolina que se evapora; medicinas que desaparecen de los hospitales policiales y se venden en farmacias privadas, dinero del rancho de los efectivos que termina en estómagos del algunos; turbias licitaciones para equipamiento y las rutinarias coimas en el tránsito, son sólo algunas de las tantas manifestaciones de un problema que todos padecemos.

En quinto lugar, porque al interior de la Policía cunde la desmoralización por las pésimas condiciones de trabajo, las bajas remuneraciones, el poco aprecio de la población y los maltratos internos. De hecho muchos policías han perdido toda ilusión de que la situación pueda cambiar y se acomodan para sobrevivir o para lucrar. Los buenos efectivos están arrinconados y sin incentivos para hacer su labor.

Se podría seguir con el listado de razones, pero quizás la más importante para exigir una reforma tiene que ver con la oportunidad: ¡todavía estamos a tiempo! La Policía peruana tiene, en medio de sus dificultades, muchas fortalezas en diversos campos, sobre las que nos podemos apoyar para convertirla en una institución eficaz y prestigiada. Es alto el riesgo, sin embargo, de que la inacción y el deterioro acumulados terminen llevándonos a una situación en la que lo positivo termine totalmente avasallado y en la que, como ya ocurre en otros países, la Policía entre en total descomposición. Allí sí que la veríamos negra de a verdad. (Continuará)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Podrias explicar porque no se pudo implementar la Oficina de Asuntos Internos de la Policia al estilo de Internal Affairs en EU?

Fernando dijo...

La Oficina de Asuntos Internos del Ministerio del Interior (no de la Policía) se creó en 2002 con asesoría del FBI y funcionó realmente hasta el 2004. Estaba dirigida por un civil y dependía del ministro. Podía investigar pero no sancionar. Su caso más importante fue cuando a fines de 2003 descubrió una red de corrupción en Ayacucho (robo de gasolina). Se sancionó al general, expulsándolo de la Policía (primera vez en la historia que se sancionaba de esa manera a un general) y a otros oficiales y sub oficiales.
Desde el 2004 la OAI sigue existiendo pero ya no funciona, solo da trabajo a los amigos del ministro de turno. No hay interés en que funcione.
Fernando Rospigliosi