Más sabe el diablo por viejo … Como
experimentado paciente de cáncer – durante 35 años o más – quiero compartir
algunos aprendizajes, siempre pasibles de revisión. Mi larga sobrevivencia
deriva de que es un cáncer basocelular, es decir, de la piel, desde una mejilla,
y el no haberlo superado, de que es una variante poco frecuente, multicéntrica
e infiltrante. Numerosas cirugías y dos radioterapias, con ene recaídas, lo
mantuvieron más o menos en jaque durante tres décadas, hasta que, en el último
lustro, se volvió aún más agresivo. Sucesivas operaciones y dos radioterapias
más me dejaron parcialmente discapacitado – en particular por la última
radioterapia, con un exceso de dosis. Que valga, si no vuelve a aparecer, pero
es más probable que reaparezca, ya sin mayores opciones de terapia.
Aparte de un diagnóstico inicial incompleto, y
por lo tanto erróneo, cada cirujano y cada radioterapeuta decía cada vez que el
tratamiento anterior no había sido suficientemente radical. Sé que cada quien,
médicos muy calificados y destacados, puso todo de su parte y creyó ser
suficientemente radical, y quizá ninguna radicalidad pudo haber evitado su
reaparición. Las últimas operaciones han estado a cargo del cirujano que me
sigue atendiendo, menos optimista que al comienzo, que me inspira total
confianza.
Me ha venido la idea de escribir esto a raíz
de la relectura casual de los artículos sobre cáncer aparecidos en un número
especial de la revista Time el año pasado, “Target: cáncer”, con una
introducción a cargo del famoso doctor Oz, médico cirujano cardiaco, consejero mediático
de millones de personas sobre salud y nutrición, quien cuenta lo diferente que
ha sido su reticente y por momentos irracional experiencia como paciente, con
un pólipo precanceroso, de su prédica como médico. Y cómo ha cambiado su
actitud ante la vida.
De lo que en general me parecen artículos
acertados, con datos principalmente de Estados Unidos, tomo lo que creo más
relevante. Quizá le sirva a alguien. Por más que uno lea con frecuencia
información al respecto, con diferentes grados de confiabilidad, una fuente
adicional puede ser útil.
Un dilema de pacientes y médicos es la
conveniencia o no – profesional, aparte del tema de costos - de utilización de
imágenes radiológicas u otras técnicas con efectos secundarios adversos para la
detección temprana – inicial y de recidivas (en mi caso quizá podría haber
significado evitar los mayores daños por el tratamiento). Por un lado, las
mamografías, el Papanicolaou y las colonoscopías han reducido las respectivas
muertes por cáncer enormemente en las últimas décadas. Y cada vez hay más
técnicas para la detección temprana – pruebas de sangre, de heces, ecografías,
tomografías, resonancia magnética, biopsias finas. Paradójicamente con ello hay
más pacientes de cáncer que antes. El artículo señala que, si tuviésemos
mecanismos de diagnóstico 100% sensibles, la inmensa mayoría resultaríamos
teniendo cáncer.
Ahora se sabe que muchas células cancerosas no
llegan nunca a desarrollarse, que algunos cánceres no causan una enfermedad e
incluso, en ciertos casos infrecuentes, desaparecen sin intervención
terapéutica, de modo que hay tanto cáncer sumamente maligno como también
inocuo. Esto tiene cierto paralelo con las personas portadoras del patógeno de
la TBC o del virus del HIV que nunca desarrollan la enfermedad.
Está claro que en muchos casos la detección
temprana es muy beneficiosa, en particular para mama y colon (pero solo se justifica
recurrir a imágenes desde cierta edad, variable según factores de riesgo
personales). Con exámenes más tempranos, por ejemplo, de mujeres en los 40, de
1900 mujeres con escaneo anual solo se salva la vida de una. Y los daños
colaterales pueden ser grandes en muchas de las restantes, en términos de
radiación absorbida, de varios falsos positivos y operaciones innecesarias y
traumáticas, así como de estrés y depresión, y a veces hasta de muerte.
Adicionalmente, en la mayoría de los casos, una detección del mismo cáncer en
los 50, edad recomendada actualmente, suele no implicar una diferencia
significativa para el tratamiento y pronóstico.
En el caso del cáncer de próstata, de 1000
personas con análisis de PSA durante diez años, solo uno evita la muerte, 150 a
200 sufrirán una biopsia inútilmente – con frecuencia con efectos adversos, y
entre 30 y 100 tendrán una innecesaria resección radical y/o radioterapia, que,
en la mitad de los casos, lleva a impotencia y a incontinencia urinaria
permanente. En el caso de la tiroides la tasa de mortalidad es tan baja que no
se justifica intentar detectarlo temprano. En el caso de los pulmones, hace
unas décadas se constató que la mortalidad era algo más elevada en quienes
habían tenido chequeos regulares con rayos X, en parte por las complicaciones
de cirugías riesgosas que resultaron innecesarias.
Claro que si uno es la persona que se va a
morir … Cada quien tiene que decidir qué riesgos (y qué gastos) prioriza.
Un autor en Time cuenta que tuvo un cáncer
exactamente donde de niño había tenido una fractura de fémur, diagnosticada con
rayos X (mucho más potentes en ese entonces que ahora), 38 años más tarde.
Preguntado el doctor si le hubiesen servido chequeos regulares, le contestó que
el escaneo repetido le pudo haber causado cáncer antes; y sobre la irradiación
actual, que lo estaba tratando de un cáncer presente, no de uno que podría
tener en el futuro.
Si un escaneo actual simple en tomógrafos
avanzados (con cada vez menores dosis de irradiación, a igual resolución) equivale
a la radiación ambiental de tres días, el más complejo, de cuerpo entero, puede
implicar absorber la radiación ambiental de 500 días (tomado de otra fuente). Y
la dosis es tanto más alta cuanto mayor – y
mejor - es la resolución. Por eso la inconveniencia de recurrir a
escáneres más allá de lo necesario.
En cuanto a la radiación, otro artículo
recomienda, por precaución, evitar lo más posible la de los celulares, a pesar
de no estar comprobado que generen cáncer – tampoco que sean inocuos a largo
plazo -, usando auriculares, priorizando mensajes de texto, no teniéndolos como
reloj de alarma (cerca de la cabeza), evitando lugares con señal débil, donde
la radiación aumenta significativamente (incluidos corredores y ascensores), y
usando estuches anti radiación. Plantea la necesidad de más investigación,
independiente de la industria de celulares.
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