La presidenta Michelle Bachelet ha cambiado esta semana a sus ministros de Defensa y Relaciones Exteriores. Dado lo tensas que venían nuestras relaciones, muchos lo han interpretado como una movida en función a la política bilateral. Parece ser, sin embargo, que las principales consideraciones para el cambio están vinculadas a la unificación del gabinete y el fortalecimiento de la coalición de gobierno, de cara a la feroz campaña electoral que ya se anuncia en el horizonte chileno.
Ahora bien, es verdad que el ahora ex canciller Foxley, consciente de sus malas relaciones con Bachelet, jugó en varias ocasiones la “carta peruana”; es decir, hacer declaraciones duras contra el Perú, generar la previsible reacción acá, para que ello hiciera imposible su salida, a riesgo de presentarse como débiles. Esto fue evidente en sus últimas e impertinentes declaraciones diciendo que los políticos peruanos vivían anclados en el siglo XIX. Foxley ya no está más, pero no dudemos que la “carta peruana” se usará de nuevo en Chile, más aún en la campaña electoral.
El patrioterismo utilitario no es patrimonio de los chilenos. Acá el resentimiento histórico contra Chile es también manipulado, conscientemente, por políticos de diferente signo. Recientemente la aprobación por el gobierno de un tratado de complementación económica con Chile ha generado una nueva ola de antichilenismo.
Cuidado, separemos claramente la legítima y razonable discusión que el Perú debe dar sobre las ventajas o desventajas de este acuerdo comercial y, también, sobre la obligación o no de pasarlo por el Congreso. Esa discusión debe darse lo más intensamente posible, para que una ciudadanía informada saque sus propias conclusiones.
Mi punto es otro y tiene que ver con la grosera utilización política de la carta antichilena para acumular réditos políticos en el contexto de esta discusión.
El antichilenismo en el Perú tiene representantes en la extrema izquierda (el humalismo en su vertientes Ollanta y Antauro) y en la extrema derecha (las distintas manifestaciones del fujimorismo en la política y los medios de comunicación, así como ahora en el fascitoide General Donayre).
Los que instigan este sentimiento casi siempre lo acompañan de un militarismo desembozado, que tiene entre sus principales manifestaciones la demanda de compras masivas de armas, aún a costa de cualquier otra urgencia nacional; también, la de pretender colocar a los militares por fuera del alcance de las leyes que rigen para todos los demás.
La verdadera defensa de los intereses nacionales es diferente de la utilización patriotera de los conflictos. Para nosotros el interés nacional en relación a Chile pasa centralmente en esta etapa por una posición firme y unida, pero a la vez serena, de respaldo a la demanda ante La Haya; así como por una atenta mirada al trato que reciben los cientos de miles de peruanos que viven y trabajan en Chile.
Conseguir algo de modernidad en la política peruana requiere una constante denuncia de la utilización por los extremismos de sentimientos profundamente arraigados en sectores de la población, entre ellos el patrioterismo. Los sectores democráticos de la izquierda y la derecha en el país tienen la obligación de dar esta difícil, pero impostergable batalla política.
Cuidado, separemos claramente la legítima y razonable discusión que el Perú debe dar sobre las ventajas o desventajas de este acuerdo comercial y, también, sobre la obligación o no de pasarlo por el Congreso. Esa discusión debe darse lo más intensamente posible, para que una ciudadanía informada saque sus propias conclusiones.
Mi punto es otro y tiene que ver con la grosera utilización política de la carta antichilena para acumular réditos políticos en el contexto de esta discusión.
El antichilenismo en el Perú tiene representantes en la extrema izquierda (el humalismo en su vertientes Ollanta y Antauro) y en la extrema derecha (las distintas manifestaciones del fujimorismo en la política y los medios de comunicación, así como ahora en el fascitoide General Donayre).
Los que instigan este sentimiento casi siempre lo acompañan de un militarismo desembozado, que tiene entre sus principales manifestaciones la demanda de compras masivas de armas, aún a costa de cualquier otra urgencia nacional; también, la de pretender colocar a los militares por fuera del alcance de las leyes que rigen para todos los demás.
La verdadera defensa de los intereses nacionales es diferente de la utilización patriotera de los conflictos. Para nosotros el interés nacional en relación a Chile pasa centralmente en esta etapa por una posición firme y unida, pero a la vez serena, de respaldo a la demanda ante La Haya; así como por una atenta mirada al trato que reciben los cientos de miles de peruanos que viven y trabajan en Chile.
Conseguir algo de modernidad en la política peruana requiere una constante denuncia de la utilización por los extremismos de sentimientos profundamente arraigados en sectores de la población, entre ellos el patrioterismo. Los sectores democráticos de la izquierda y la derecha en el país tienen la obligación de dar esta difícil, pero impostergable batalla política.
5 comentarios:
muy de acuerdo pero, y la discusion de fondo sobre nuestros intereses comerciales y economicos en el ACE?
Estimado señor Basombrío:
Interesente su propuesta, pero tampoco se puede perder el sentido histórico. La humanidad es un proceso además de una realidad presente. Esto lo entienden más que nadie los llamados pueblos primitivos, quienes aún viven igual que hace miles de años gracias a que comprenden el significado de conservar el equilibrio con el medio.
Lo que quiero decir es que no se puede sacrificar el futuro en aras de un presente conveniente. Lo que siempre se ha buscado es una posición equilibrada, que no incline la balanza ni para el uno ni para el otro.
A lo que voy es que, fuera del diferendo limítrofe marino, es una realidad evidente y obvia que con la nación chilena existe una relación de conflicto, similar a la que, por ejemplo, tengo con mi hermana desde hace más de 50 años por una cuestión de caracteres y de ideas. Eso no quita que, cuando nos vemos, tratamos de llevar la fiesta en paz. Pero a estas alturas es difícil crear una situación ficticia donde nunca la hubo ni la habrá.
Cerrar los ojos y decir que lo único que tenemos con Chile es ese problema, y que éste va a terminar con un simple fallo de La Haya es, en realidad, una manifestación de ingenuidad (dejar que otro decida mi futuro y mis sentimientos) o de oscuros intereses que quizá proyectan grandes negocios a costa de tales situaciones.
Me parece sospechosísima la actitud del gobierno y de la Confiep (que ahora son lo mismo) de decir que "vamos a acatar fielmente lo que diga el fallo". ¿Qué se lee entre líneas, señor Basombrío: que si nos es desfavorable lo vamos a cumplir resignados y entre aplausos? ¿Se va a gastar mucho dinero en publicidad para decirle al pueblo peruano que "eso fue lo más justo" y se acabó el conflicto?
Por lo que he vivido y conozco al peruano, en especial, a los ricos, estoy casi convencido que, por el bien de sus intereses, van a preferir que "Chile esté contento" a que el Perú salga favorecido, porque saben que los mapochinos no van a estar dispuestos a consentir una respuesta que no satisfaga plenamente sus pretensiones.
La historia, amigo, nos señala que una relación comercial dispar, como la que tenemos ahora, es la base de eternas discrepancias y pleitos (a no ser que usted piense como el señor García, que ya las guerras "son cosa del pasado"). Creo que por ese plano, el de construir un futuro, pero sobre una base de relaciones equitativas, es por donde deberían ir nuestros esfuerzos y no centrarlos en un acto burocrático internacional que solo va a dar pie a nuevos rencores.
Llevarse bien no es ceder por cuestiones de conveniencia inmediata. Mantener una vinculación a futuro no es entregarse a los deseos de un vecino. Gobernar democráticamente no es sostener un gobierno plutocrático (concepto que ya nadie quiere usar pero que refleja exactamente lo que estamos viviendo hoy en el Perú: el gobierno por y para los ricos, el gobierno en función de los negocios de los grupos de poder).
Seguramente estuvo usted el martes 10 en el Museo de la Nación donde el presidente les ha prometido darles a ellos todo el Estado y mantener el ORDEN entre los pobres (los 30 millones de peruanos). Espero que el aplaudido discurso no le haya hecho perder la cabeza como a Mario y Pedro Brescia, quienes ya sueñan con un país hecho a su medida (aunque no lo van a disfrutar mucho por cosas de la edad).
Y no se olvide que no todo nacionalismo es malo, sino EEUU no sería lo que es hoy. Mis palabras no apelan a ese constructo social sino a la lógica de la convivencia sustentada en una proyección inteligente.
Muchas gracias por atender a mis comentarios.
Señor Luis Enrique:
Leo siempre sus comentarios a los diversos posts.
Normalmente no coincido con sus puntos de vista, pero nadie le puede negar su educación y su esfuerzo por discrepar razonando.
No me preocupa que discrepemos, también en este tema, pero hay dos afirmaciones que me merecen un comentario y cierta alarma.
1.- Dice usted:
“¿Qué se lee entre líneas, señor Basombrío: que si nos es desfavorable lo vamos a cumplir resignados y entre aplausos?”.
Las entre líneas y todas las alarmas, más bien, frente a lo que se deduce de lo usted dice.
O sea, vamos al máximo tribunal internacional del planeta, nos embarcamos en una disputa judicial larguísima y en la hipótesis (que ojalá no ocurra, pero no se puede descartar de antemano) de que perdamos, lo que usted insinúa es que no deberíamos aceptar el fallo porque eso sería antipatriota.
Ese tipo de razonamientos, que comparten la extrema izquierda con la extrema derecha, son los que alientan el militarismo chileno, que a su vez alimenta el nuestro. Con esa mentalidad sólo las armas importan.
No, no coincido con usted para nada y sinceramente espero que la inmensa mayoría de los peruanos tampoco.
2.- Dice usted:
“Seguramente estuvo usted el martes 10 en el Museo de la Nación donde el presidente les ha prometido darles a ellos (los empresarios) todo el Estado y mantener el ORDEN entre los pobres…”
¿Qué sabe usted de dónde voy o a quién veo?
Su mención intenta descalificar mi opinión, por ser supuestamente gobiernista o empresario.
Esa, estimado Luis Enrique, es una trampa argumental de muy baja calidad, pero disimuladamente frecuente en sus comentarios.
No, no soy cercano al gobierno, ni al APRA; tampoco soy empresario, ni estuve en el Museo de la Nación, ni menos aun fui invitado, ni tenía por qué serlo.
¿Estoy autorizado para opinar ahora sin ser un antipatriota y los que asistieron a esa reunión vedados? Peligrosa intolerancia.
Insisto, en el Perú falta cultura democrática, lo demostró el apoyo que tuvo y tiene hasta hoy en importantes sectores de la derecha el fujimorismo; pero tampoco esta cultura está arraigada en la izquierda radical, siendo sus descalificaciones un magnífico ejemplo.
Atentamente
Carlos Basombrío Iglesias
Señor Basombrío:
No puedo dejar de reconocer su hidalguía al responder a opiniones discrepantes con las suyas. Pero eso es lo que esperaba de un caballero de alto nivel intelectual como lo es usted.
Solo quisiera corresponder a su interés expresándole lo siguiente:
1. Efectivamente, discrepamos acerca de las intenciones que hay detrás de ese argumento de "cumplir fielmente las discposiciones de La Haya". En mi opinión, se trata de una estrategia para aceptar el fallo en contra, con mucha elegancia y con apariencia de ser una país donde se respeta la legalidad y el Estado de Derecho. Esto contrasta grandemente con la actitud del establishment chileno, y no solo de la derecha, para quien la razón está con ellos (es decir, como pasa en el deporte, allí se piensa en el triunfo, no se anticipa el argumento de la derrota de que "perdí porque el otro era mejor").
No creo que ser suspicaz y desconfiado de un gobierno como éste sea ser un antipatriota ni un antidemócrata. En eso no comparto para nada con usted. No lo soy; solo que no les creo, permítame repetirlo: no les creo.
Usted y yo hemos vivido demasiadas decepciones de nuestra clase dirigencial como para pensar que este García II es la cara opuesta. En fin, en esto no nos vamos a entender porque para mí La Haya sí es una estrategia para ceder ante los "socios" chilenos pero con mucha "hidalguía" (aunque ojalá me equivocara y Basadre también acerca de la actitud de clase alta peruana).
2. Con respecto al segundo punto, efectivamente tiene usted razón y le ruego acepte la mayor de mis disculpas. No era mi intención ofenderlo, pero me extralimité al creer que usted tenía una cercanía con el gobierno que ya me aclaró no es así. Entonces no hay más que decir sino que estoy en deuda por una expresión fallida hacia su persona y le pido mil disculpas por ello. Siempre pienso que soy falible y que es posible que lo que piense esté errado. Por eso el contacto a este nivel con personas como usted me permite conocer mis propias debilidades y limitaciones.
Espero que esta incómoda situación no afecte una futura oportunidad de poder intercambiar opiniones sobre sus interesantes comentarios.
Muchas gracias.
Estimado Luis Enrique:
Es un privilegio discutir y discrepar con personas como usted
Atentamente
Carlos Basombrío Iglesias
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