jueves, 5 de marzo de 2009

EL PANTALONCITO DE LA DISCORDIA / Celeste Viale Yerovi

No soy partidaria de los deportes rudos que entrañan un alto riesgo de lesiones físicas severas o incluso de muerte.  No entiendo bien el  alpinismo, las carreras de motos, de autos o el boxeo.  Sin embargo, el triunfo de Kina  Malpartida, me provoca un comentario no solo por la corona obtenida a mérito propio, a puños de una mujer joven, audaz y valiente, sino  por los “desaguisados” salidos de boca  de algunas autoridades deportivas como las del Presidente del Consejo Superior de Justicia Deportiva y Honores del Deporte (CSJDHD) del Instituto Peruano del Deporte, Jorge Guisado.

Somos un país destacado en no ganar competencias deportivas. Sí, creo, que somos un país de gente que quiere y puede ganar muchos más lauros de los que se logran si otra cara tuviera la madre del cordero: si existiera una verdadera política de Estado de apoyo al deporte. Pero a este Estado peruano no le interesa el deporte ni la cultura. Ya estamos acostumbrados a leer, ver o escuchar en los medios de comunicación a deportistas o a delegaciones enteras, estirar la manito para que entidades privadas ayuden a financiar su pasaje, su estadía y sus viáticos a los lugares de las competencias, porque el Estado, bien gracias. “El triunfo de Kina y el de la película (La teta asustada), son evidencia de que los peruanos podemos llegar muy lejos y ganar las mejores medallas del mundo” ha declarado recientemente el Presidente García,  sin  añadir  nada más, ni una palabra sobre un mayor apoyo al deporte y a la cultura, ni una  promesa, ni un atisbo de una mayor reflexión sobre el asunto.

Por eso Kina, recia como es, procedió inteligentemente: no esperó nada y dedicó todos sus esfuerzos a entrenar, a competir y a ganar. Ella tenía muy claro que quería ser no solo deportista destacada, sino campeona, y que permaneciendo bajo la tutela del Estado peruano no iba a lograr absolutamente nada. Así que se echó a andar con sus propias zapatillas sin parar ni mirar atrás, hasta conseguir su coronación como campeona mundial.

Pero luego de la competencia le llegó otro derechazo, directo  al corazón,  de parte de un representante del Consejo Superior de Justicia Deportiva y Honores del Deporte, que aunque hablando a título personal, puso en duda la nacionalidad del logro, esgrimiendo como prueba el pantaloncito que llevaba puesto.

Mirándolo bien, quizás tengan razón los del Consejo Superior de Justicia Deportiva y Honores del Deporte al cuestionar la nacionalidad del lauro, porque una cosa es procrear a la criatura, y otra muy distinta darle de comer. Ella, si ostenta las dos nacionalidades, tal vez podría elegir a cuál de los dos países dedica su presea. Su primer impulso fue dedicársela al Perú. Pero quizás mientras los miembros del Consejo piensan y repiensan, ella cambie de opinión. ¿Qué pasaría si finalmente decidieran otorgárselos y ella los rechazara? Estaría en su derecho. Aunque, de todas formas, el primer asalto de esta pelea simbólica ya lo perdió el Perú. 

Lo logrado por Kina, en el fondo, representa más que una banderita rojiblanca con la que nos gusta identificarnos. Ella, ha encarnado el esfuerzo de cada peruano y peruana por tratar de salir adelante, sin esperar ni recibir nada.

 

1 comentario:

Viejo.lobo dijo...

Peru pais mezquino.

Ese deberia ser nuestro lema.