Me permito hablar como ciudadana peruana, nieta de rumanos y rusos, judía proveniente de una familia ortodoxa, no practicante y atea (lo que Jorge Bruce tal vez llamaría una “judía auténtica”, (ver Amnesia Agresiva en este Blog) pero inversamente a su caso, con un cierto desapego irracional por la cosa judía, que simplemente implica considerar mi identidad tan valiosa como cualquier otra).
Creo oportuno señalar que no existe una relación necesaria y causal entre ciudadanía, identidad étnico –religiosa e ideologías. “Los judíos” o “los palestinos” no pueden ser entendidos como entidades monolíticas donde todos los judíos defienden la posición del Estado de Israel o todos los palestinos aplauden las acciones de Hamas. Esta idea de colocar a todos en una misma bolsa representa una trampa en nuestra manera de pensar. Hay múltiples formas de ser judío, palestino, peruano, católico, etc.
Como señala Ramiro Escobar en nuestro Espacio Compartido, existen judíos como “Ilan Pappé… un grupo de judíos británicos publicando un manifiesto en The Guardian, los periodistas Gideon Levy y Amira Haas, que escriben para el diario israelí Haaretz. También los movimientos ‘Paz Ahora’, en Israel; ‘Otra Voz Judía’, en Francia; ‘Voz Judía Independiente’, en Canadá; así como el historiador Yakov Rabkin, también desde Canadá”. Hay gente sensata y con una gran capacidad crítica. El asunto no va por la falta de voces pensantes y alejadas de todo fundamentalismo (de uno y otro lado del conflicto); sino por quienes ostentan poder y tienden a perpetuar posiciones fundamentalistas.
Si bien Israel es un estado que integra política y religión; considero que es muy importante hacer el esfuerzo por diferenciar la religión judía de la nacionalidad israelí. Y aún más, señalar que no todo israelí comparte la posición del gobierno de turno (un 20% de israelíes no aprueba las acciones de su ejército). Para mí, afirmar rotundamente que rechazo las atrocidades del ejército israelí contra la población civil palestina, no implica deslealtad étnico- religiosa, ni acalla mi convicción de un urgente reconocimiento del Estado de Israel por sus vecinos.
Lamentablemente, el porcentaje de ciudadanos, que se permite una perspectiva reflexiva respecto a “temas sensibles”, es muy pequeño (y ello sucede en cualquier país). La gente tiende a ir por lo seguro y lo maniqueo, porque cuestionar las bases de la propia identidad (individual o colectiva), es una tarea que requiere valentía y mucha autoconfianza. Y esto se aplica a palestinos e israelíes por igual. Solo que en este caso, con una desproporción obscena del poderío tecnológico –militar y de las consecuencias del uso de la violencia. Creo que la gente tiende a ser bastante conservadora. Y permítanme afirmar adicionalmente, que no creo a priori en la superioridad moral de ningún pueblo sobre otro. Para mí, todos tienen el legítimo derecho de considerarse “el pueblo elegido”; todos los pueblos en realidad se visualizan como “el ombligo del mundo”: es parte de un etnocentrismo fundacional. Lo real, es que todos pueden tener la desgracia de convertirse en víctimas y en victimarios. No debemos caer en el facilismo de idealizar ni de denigrar a ningún pueblo.
“Antes que buscar la verdad, debemos buscar el bien”; adscribo plenamente la perspectiva de Tzvetan Todorov, en un discurso sobre la memoria del Holocausto, ante un público judío en 1992. Para él, no se trataría de convertir al Holocausto en un trabajo de la memoria para que los judíos nos consideremos las víctimas por antonomasia; sino desarrollar una memoria ejemplar, que nos permita ponernos en el lugar del otro, ser solidarios y entender que en el mundo se perpetúan genocidios en manos de diversos estados. En caso del conflicto en Gaza, nos es urgente buscar el bien: la búsqueda de la verdad es un horizonte inasible.
6 comentarios:
Completamente de acuerdo con su comentario.
Ahora bien, no deja de ser preocupante la situación que se plantea en EEUU: el nuevo gobierno de Obama está totalmente cubierto por los sionistas más radicales. Esto nos lleva a pensar en la historia de Occidente y las veces en que los judíos ricos (no el pueblo judío) han tenido una extrema influencia en algunas de sus naciones. ¿Qué ha pasado? Expulsiones, persecuciones, genocidios. El más reciente es el de la Alemania de Hitler (echándole la culpa a los judíos de la debacle económica) pero existen otros ejemplos a lo largo del tiempo (durante el imperio español).
¿Cuál es el temor que hay en esto, espero que infundado? Que la historia, por no tomarla en cuenta, se repita, esta vez en Norteamérica.
Si las cosas siguen como están, no sería raro que la sociedad norteamericana culpe a los judíos de sus desgracias y se desate un nuevo Holocausto. Esto es lo que temo y, lamentablemente, los que van a pagar esas "culpas" van a ser, como siempre, los pobres, los que realmente no tienen nada que ver con los planes de los extremistas sionistas que ni siquiera viven en Israel. Al final, según nos dice la historia, después de la persecución y masacre, los ricos judíos vuelven a emigrar a otro país próspero para, una vez más, convertirlo en su nuevo centro de operaciones.
Esto, repito, es un temor, pero desgraciadamente bien fundado.
¿Puede ser uno judío y ateo a la vez? Siendo que el judaísmo es una religión, como el catolicismo, el hinduismo o el budismo, ¿podemos hablar de “judíos ateos”? Sé que este comment es lo que se llama un “off topic”, pero lo creo necesario. Saludos y muy buenos el blog y (casi) todos los artículos.
La frase del administrador es recurrente: puede ser uno judio y ateo a la vez?, pues bien para avivar el debate transcribo las ideas de Nestor Gorojovsky, judio y argentino.
Un abrazo
Cesar
[R-P] Qué es un judío, en la Argentina, hoy?
Nestor Gorojovsky nmgoro en gmail.com
Lun Ene 12 09:23:42 MST 2009
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Mi querido compañero y a esta altura ya amigo: te contesto en privado
pero también mando esto a la lista.
Me preguntas qué es un judío. Tu pregunta es muy difícil de responder.
Una buena respuesta la dio en 1954 el Dr. Carlos Etkin, en un libro
titulado "Tesis sobre el pueblo judío en la revolución nacional
latinoamericana", que publicó el Colorado Ramos en su Editorial
Indoamérica. Mi respuesta se basa en buena medida en ese librito, que
creo quizás sea oportuno reimprimir ahora, aunque esté bastante
desactualizado en los detalles.
Ante todo, es judío el que respeta la ley de Moisés.
Pero esa definición religiosa, por desgracia, no agota el tema ni mucho
menos.
Para el antisemita o el sionista, se es judío incluso aunque no respete
esa ley. El sionista suele decirle a los judíos que no son sionistas
"Vos no te creés judío (para ellos, la identidad judía se construye en
torno a la defensa irrestricta del Estado de Israel), pero ya va a venir
un antisemita que te lo recuerde".
Desde ese punto de vista, se es judío en cierto modo "por la herencia
genética".
Esto es bastante más complicado de demostrar, entre muchos otros motivos
porque durante los pogromos y matanzas de judíos que plagaron Europa
Occidental desde la caída del Imperio Romano hasta, digamos, la Segunda
Guerra Mundial (que vivió la más completa y tecnificada de esas
matanzas) también se produjeron muchísimas violaciones de mujeres judías
por violadores no judíos. Como la ley de Moisés indica, desde el punto
de vista ortodoxo, que la condición de jduío se transmite exclusivamente
por vía materna, los hijos e hijas de esa violacioens eran judíos (hay
judíos que no aceptan la limitación y cosideran judío al hijo de padre o
de madre judía, indistintamente) ¿Dónde queda, entonces, el común tronco
genético? Pero eso no es todo. Ni siquiera en ausencia de estos
trasvasamientos genéticos forzados puede hablarse de "pureza genética
judía".
Durante mucho tiempo hubo muchas conversiones voluntarias al judaísmo y
hubo incluso proselitismo, y bastante activo, en diversos lugares del
Viejo Continente. Hay judíos que parecen rusos, otros parecen
italianos, otros parecen alemanes, otros parecen tártaros, otros parecen
árabes, otros parecen negros, y esto es así porque genéticamente SON
rusos, italianos, alemanes, tártaros, árabes o negros.
Pensá por ejemplo en mis hijos. Yo tuve tres hijos (dos chicos, una
piba) con una hija de criollos e italianos. La rama paterna viene de
Catamarca y allí andan mezcladitos viejos españoles (que a su vez vaya
uno a saber qué mescolanza tenían), indios y negros. Por el lado
materno, es "pura sangre piamontesa" (son rafaelinos, de Rafaela, Santa
Fe). Eso de "pura sangre piamontesa", si pensamos en las múltiples
invasiones que sufrió la Italia del Norte durante larguísimos siglos,
mueve a risa al menos en lo de "pura", no es cierto?
De mi lado, y pensando en mi vieja, tenés judíos de Galitzia, un área
medio zaina que anda entreverada de ucraniano, polaco, bielorruso y -sí,
también, especialmente en las zonas urbanas y muy especialmente entre
los judíos- alemanes o mejor aún "alpinos", tipos y tipas de esas viejas
regiones encabalgadas en las estribaciones del Norte de los Alpes que
vaya uno a saber qué catzo son: desde celtas hasta alguna gota de turco,
todo es posible (no olvides que los turcos llegaron a estar a tiro de
cañón de Viena en el siglo XVI, y que nuestras medialunas son un invento
de un pastelero austríaco para festejar la derrota de esos turcos donde
las tropas del Emperador de Austria "se comieron" a los musulmanes de
Estambul, cuyo símbolo era la típica medialuna del Islam). Mi viejo, en
cambio, desciende de judíos de Ucrania oriental y central, que bajaron
desde Kiev y desde la ciudad puerto (con todas las posibilidades de
entrevero que ello implica) de Odessa. Por ese lado me viene bastante de
tártaro, mucho de ruso, muchísimo de ucraniano (el apellido de mi abuela
materna es ucraniano por los cuatro costados), vaya uno a saber si no
habrá algo de turco, otra vez, y quizás hasta algo de rumano (difícil
pero no imposible, no te olvides que Rumania es la patria de los gitanos
y gitanos hubo por toda la zona del Mar Negro desde el siglo XV, nunca
se sabe con estos tipos...)
Peor aún está un sobrino nieto que tengo por allí. Mi primo Eduardo se
casó con una argentina italianita por los dos costados. Su hija con un
neocelandés que es medio maorí y medio irlandés. O sea que su nieto, mi
sobrino nieto, es todo lo que te dije arriba, más lo que se pueda haber
combinado en la Lombardía y el Piamonte, más irlandés y hasta MAORÍ, o
sea parcialmente indonesio y parcialmente chino.
O sea que la gesis genética también es un absurdo. Este sobrino nieto
mío, para un antisemita, es judío y candidato al horno. Y para las
versiones no ortodoxas del judaísmo, las que aceptan la transmisión
patrilineal, también puede considerarse judío.
Entonces estamos ante un problema complejo. Lo cual, tratándose de
judíos, es la regla y no la excepción. Dicen por ahí que donde hay tres
judíos hay cinco opiniones, y un viejo chiste israelí cuenta que un
presidente de ese país se quejaba ante el presidente de EEUU (que
entonces tenía 200 millones de habitantes mientras que Israel apenas si
arañaba los tres o cuatro) por lo difícil que era gobernar tanta gente.
El presidente de EEUU, amoscado, le hizo notar que lo suyo era más
difícil, que no entendía de qué se quejaba. Y el de Israel le contestó
"sí, pero yo tengo que gobernar a cuatro millones de presidentes".
Cuando termines de reirte, podés seguir con estas líneas.
La respuesta más acertada, a mi entender, la dio un judío trotskista
belga, que murió con menos de 30 años en los campos de concentración
nazis, Abraham León.
Este muchacho llegó a la conclusión de que los judíos habían sido un
"pueblo-clase" en el medievo, y que el drama judío de sus tiempos
arraigaba en esta condición.
Entonces, ¿qué es un pueblo-clase?
Para entenderlo hay que entender la característica distintiva del modo
de producción capitalista con respecto a todos los anteriores.
Bajo este modo de producción, todo lo que se produce se puede comprar y
vender. Absolutamente todo: desde la tierra y sus propiedades
químico-biológicas (es el único modo de producción que considera bien
fungible TODA la tierra de pan llevar; y también los bosques, eso no lo
había pensado nadie antes, nunca jamás: los bosques eran de todos porque
la civilización medieval se basaba en la madera tanto como material
estructural como combustible) hasta, y esto es lo definitorio, la
energía humana. La relación básica del modo de producción capitalista
-no que no existiera antes, pero sí que es la única socialmente
aceptable, abolida la esclavitud y la servidumbre- es la que se define
cuando un ser humano, privado de los medios materiales para producir
materialmente su vida, se ve obligado a alquilar el uso de su energía a
otra persona (el alquiler se llama "salario"), y para poder mantenerse
vivo tiene a su vez que adquirir todos los bienes que están ofrecidos en
el mercado para su consumo.
Este rasgo peculiar del modo de producción capitalista estaba
completamente ausente en los precapitalistas, en todos.
El modo de producción capitalista generaliza, entonces, y por
completo,las relaciones mercantiles al punto de convertirlas en el
fundamento mismo de la vida humana. De un modo u otro, todos estamos
obligados a comprar o vender algo para subsistir (incluso muchos venden
su fe o su conciencia, y algunos a algo tan barato como un propagador
del odio o del miedo, algo que conocemos muy bien en la Argentina).
En la sociedad que precedió inmediatamente al modo de producción
capitalista, en cambio, los trabajadores directos producían ellos mismos
los elementos básicos para su vida, y el mercado se reducía a nichos muy
pequeños, generalmente de bienes de lujo. Solo una fracción muy pequeña
y especializada de la población se dedicaba al comercio y por su modo
mismo de ganarse la vida se veía separada, en los hechos, de la masa de
los miembros de esa sociedad.
Señores alemanes explotaban campesinos polacos, ciudades rusas
convivían con un océano de campesinos ucranianos, señores de la guerra y
navegantes del desierto árabes sometían poblaciones de los orígenes más
variados (aisladas en el océano de arena del Sahara) y así siguiendo.
Entre ellos las relaciones se reducían al tributo anual, y punto. Cada
uno vivía en una caja aislada de los demás. Había pueblos que se
especializaban en poner en contacto las distintas cajas. No por
casualidad, por ejemplo, los árabes se reservaban para ellos la
propiedad y el derecho al uso del camello. Y tampoco es casualidad que
los judíos de África del Norte impusieran el rezo balanceándose hacia
adelante y hacia atrás, como si marcharan sobre un camello: era el
comerciante urbano, constreñido a los límites estrechos de la pequeña
Kasbah, que deseaba convertirse en comerciante de gran escala, como era
el árabe musulmán.
Eso se reflejaba en cosas más sustanciales que el modo de rezar: en que
hablaban su propio idioma, distinto al de sus compatriotas (es más, ni
siquiera existía -para nadie- el concepto de compatriota). Y tenían,
muchas veces, su propia religión (alemanes luteranos en las ciudades
polacas rodeados de campesinos católicos, armenios católicos rodeados de
musulmanes, incluso portugueses católicos rodeados de hindúes o
musulmanes en el siglo XVI, etc.) Cada estado de esos tiempos amalgamaba
diversos pueblos, idiomas y religiones bajo relaciones comerciales
bastante escasas y muy cristalizadas, en realidad expresamente
codificadas en la ley escrita o, como era más usual, en la ley
consuetudinaria (el uso y la costumbre local).
Varios pueblos cumplieron ese papel, a veces combinándolo con alguna
artesanía especial (como los gitanos que eran expertos en trabajar el
hierro): armenios, escoceses, en parte los lombardos (pensá que la calle
de los bancos, en Londres, todavía hoy se llama Lombard Street),
alemanes (por ejemplo, los Fúcar, que desangraron a España bajo ese
monarca medieval tardío que fue Carlos V)... y también judíos.
La especialidad judía era que habían perdido todo arraigo con un suelo
determinado. Se concentraban en el pequeño comercio, la medicina, el
préstamo a interés (que los cristianos tenían prohibido), el artesanato
urbano y el comercio de ciertos bienes de lujo, lo que a veces les
permitía convertirse en miembros de las pequeñas oligarquías que
comerciaban a larga distancia. Fernando el Católico, por ejemplo,
representante de la burguesía comercial mediterránea en la gran pareja
real que da comienzo a la construcción de la España moderna contra el
atraso señorial, era judío en parte. Fueron judíos o judíos conversos
recientemente los que financiaron los viajes de Colón. Fue judío
converso el Obispo Vitoria, que inauguró en el siglo XVII las
exportaciones industriales argentinas con un envío -y esto no es casual-
al Brasil.
Pero eso no sucedía en Europa Oriental, y mucho menos en el siglo XIX; y
como el tema de ese período de la vida judía de Europa Oriental nos
interesa en particular me detendré un poco en este caso. Como allí los
judíos básicamente entraban en relación con el "pueblo bajo", sea como
buhoneros, como pequeños prestamistas o como administradores de las
tierras de la nobleza (esto último era muy notorio en lo que luego sería
Polonia) era muy fácil desplegar contra ellos la ira popular ante la
explotación que sufría bajo el régimen servil, que en realidad
beneficiaba a los grandes señores no judíos. El judío era el nexo entre
el gran señor y el campesino, y el gran señor, para aventar el peligro
de una rebelión campesina, culpaba al judío por todos los males que
promovía.
Cuando se empieza a desarrollar el capitalismo en Europa, los judíos
sufren lógicas persecuciones porque muchos no judíos querían practicar
las actividades que hasta ahora les habían sido reservadas. Hasta la
Iglesia deja de considerar un sacrilegio el préstamo a interés. En
Occidente, esto terminó con la constitución de las grandes naciones
modernas (Francia, Alemania, Inglaterra, Holanda, y los judíos allí se
asimilan completamente a medida que la sociedad se comercializaba, es
decir se "judaizaba"). En Italia, cumplieron un importante papel como
financistas del Papado, como tales fueron barridos políticamente por la
burguesía del Norte de Italia cuando en 1860 la liquidación de los
territorios terrenales del Vaticano cedió su lugar a la Italia
unificada, y se integraron sin fisuras luego a la burguesía italiana en
general. Por eso el fascismo italiano no solo no era antisemita sino que
contaba con todo el apoyo de los judíos de Italia (la comunidad de Roma,
por ejemplo, donó su gran candelabro de oro a Mussolini para ayudar en
la financiación de las guerras africanas del fascismo).
En Europa Oriental, a fines del siglo XIX, ese pueblo clase estaba
entrando en la misma crisis que habían sufrido sus "hermanos" de
Occidente entre los siglos XV y XVIII. El núcleo más fuerte de judíos en
esa zona estaba en lo que luego sería Polonia, Ucrania y las partes
colindantes de Rusia. En los territorios bajo control austro-húngaro,
que estaban más adelantados en el camino hacia la implantación del
capitalismo, los más exitosos fueron integrados a los estratos medios y
altos de la burguesía austríaca o húngara, y se revelaron tenaces
defensores de esos Estados anticuados y del viejo régimen, oponiéndose
muchos de ellos, salvo las capas intelectuales y progresistas, a las
luchas nacionales de sus vecinos: de allí el profundo antisemitismo de
Bohemia, de Polonia, de Ucrania... Que cuajaría brutalmente cuando el
Imperio Austro Húngaro desapareció (esto produjo las pesadillas de
Kafka). Hubo excepciones, en cambio, en las zonas bajo control otomano,
donde los judíos figuraron siempre en la primera fila del combate por la
unidad nacional de los eslavos del Sur (los Yugo-slavos, Yugo en
serbiocroata significa "del Sur"), con quienes estaban completamente
imbricados.
Pocos de los judíos de Europa Oriental pudieron integrarse a los rangos
de la gran burguesía de esos países. La gran masa de ese pueblo-clase,
que sufría las peores situaciones en esa dura transición del medievo al
mundo moderno (en el Imperio Zarista, por ejemplo, ni siquiera podían
residir fuera de un àrea muy estrictamente delimitada, que se conocía
como "el Palio"), encontró pocas salidas a su condición, básicamente dos.
Una, la migración. Otra, la integración a los movimientos
revolucionarios de esos tiempos y lugares (básicamente el anarquismo y
el socialismo). Del segundo tema aquí no voy a hablar, porque no nos
interesa en torno a lo que preguntás.
Migración hubo a tres lugares: EEUU, Argentina y Palestina. En el primer
caso se integraron a la burguesía norteamericana, en acelerado proceso
de conversión hacia el imperialismo. En el tercero, constituyeron el
núcleo del sionismo y del Estado de Israel y su historia ya la hemos
debatido largamente en RP estos días.
Los judíos que vinieron a la Argentina, a su vez, siempre se vieron
tironeados por tres influencias. Una la de la burguesía estadounidense a
través de sus vínculos con sus "hermanos" de EEUU (especialmente de
Nueva York), otra la de la burocracia stalinista que explotaba su
añoranza de la vieja patria (sí, la que los había expulsado) para sus
propios fines, así como lo hacían con respecto a los no judíos de origen
español o italiano las burguesías española (el franquismo) e italiana
(el fascismo). Y en tercer lugar, el movimiento nacional. Pero esto
SIEMPRE Y CUANDO NO CEDIERA A LA TENTACIÓN ANTISEMITA TAN ARRAIGADA EN
ALGUNOS DE SUS COMPONENTES QUE SE CREÍAN MÁS CATÓLICOS QUE PATRIOTAS o
que confunden, más o menos interesadamente, el patriotismo con el
respeto a la Iglesia Vaticana.
Como hubo bastante influencia de estos sectores en la constitución
histórica del peronismo, es por eso que hubo más integración de judíos
al radicalismo que al peronismo A PESAR DE QUE NUNCA LES FUE TAN BIEN A
LOS JUDÍOS ARGENTINOS COMO BAJO EL GENERAL PERÓN.
Pero que hubo y hay judíos peronistas está fuera de toda duda. Y, no
olvidemos, la proporción de judíos masacrados y desaparecidos bajo el
Proceso por vincularse con movimientos políticos progresistas,
nacionales y revolucionarios fue muy superior a la proporción de judíos
en la población general. En parte, esto liquidó buena parte del ala
progresista del judaísmo argentino, cuya època de oro (cuando no) se dio
a partir del PRIMER gobierno del General Perón y hasta, digamos, 1975.
Estos últimos judíos, los integrados a la vida política argentina, eran
tipos como yo, tipos que en los hechos van dejando de lado su condición
judía y combaten por un patriotismo argentino LAICO E INTEGRADOR (lo que
Edgar Smith ve de "anticatólico" en mí no es sino el laicismo que impone
desde el poder central ese prefacio del peronismo que fue el roquismo)
que integre a todos bajo una sola bandera común, en marcha a la Patria
Grande. Éramos en los setenta la enorme mayoría de los judíos, y los que
nos quedamos aquí y sobrevivimos, poco a poco nos iremos asimilando como
se asimilaron otras oleadas judías que se allegaron a América bajo la
colonia hispano-portuguesa. En ese sentido yo soy una especie en extinción.
Pero qué pasa. Pasa que a nosotros los antisemitas y los que identifican
nación con religión no nos dejan asimilarnos en paz.
Eso lo aprovechan los sionistas, que de ese modo tienen un poderosísimo
elemento de influencia sobre una parte de la población argentina,los
judíos que prefieren no asimilarse, elemento que no debería existir. Y
que el imperialismo aprovecha para generar miedo entre los judíos de
nuestro país contra sus propios compatriotas. Y, lo sabés, sobre el
miedo nunca se construye nada bueno.
Y de allí mi combate sin cuartel contra toda forma de antisemitismo.
Como ves, no es fácil decir qué es, exactamente, un judío. Yo no sé si
lo soy: cada vez digo más en serio que solo soy argentino, que nunca fui
judío y que a lo sumo fui sionista. Pero ya Sartre había observado que
en nuestra época "al judío lo crea el antisemita". Y es verdad, en mi
caso: mientras exista un antisemita que, incluso por ignorancia,
establezca esa odiosa diferencia, yo me asumo como judío para luchar por
la incorporación de los judíos a la nación argentina, dado que no es
poco lo que tienen para aportarle. Lo de la ignorancia no es un tema
menor: generalmente el antisemita es ignorante de lo que odia, y al
respecto existe otro dicho judío "¿Cómo son las cosas entre los judíos?
Son igual que entre los gentiles", es decir que los judíos de cada país
terminan siendo cada vez más como los no judíos del mismo país. Esto el
antisemita lo niega, porque cree que si no hubiera judíos cagadores él o
ella vivirían felices en la fe cristiana común a todos. Allá ellos con
su ilusión. La fe cristiana de la Carrió no puede ser la tuya, ni mucho
menos la de Béccar Varela. Pero de esto no te voy a hablar porque lo
sabés mejor que yo.
Espero haberte ayudado, y no haberte complicado más la vida.
Pero, así son las cosas con los judíos. Último chiste: "Pueblo elegido,
pueblo elegido, porqué no habrás elegido a otro pueblo Dios mío!"
Abrazo.
Que me disculpe Rasec, pero es muy aburrido que en un espacio para comentarios se plasme un texto tan largo que merece mas un articulo bloguero. A lo mejor si solo ponen uno o dos parrafos interesantes, nos pueden invitar al blog para poder leerlo completo. Punto y aparte queria comentar que el Lobby Israeli tiene desde hace mucho tiempo no solo presencia, sino decision y determinacion en el estado Norteamericano y rige la politica exterior de Estados Unidos. Me atreveria incluso a decir que no hay candidato que pueda llegar a la presidencia sin el apoyo de algun sector de la comunidad judia o israeli.
Saludos.
¿Puedes ser Judío y ateo? Carlos y Groucho lo fueron. Y miles de otros. Lo que pasa es que si bien el Judaísmo es una religión (cualquiera puede convertirte al Judaísmo) ser judío es mucho más que eso. Nadie que de nacimiento sea judío (en sentido estricto, hijo/a de madre judía) puede dejar de serlo. Es - según como lo mires o entiendas - una condición étnica-cultural, un estigma o una bendición. En analogía literaria: ser judío es una suerte de sustantivo, mientras que ser católico es un adjetivo. Tú que naciste católico si quieres puedes dejar de serlo y no pasa nada.
Estoy de acuerdo con Durant. Si dejas de ser católico no pasa absolutamente nada... como en sus películas.
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