El importante acceso de las mujeres al ámbito político de los noventa –en el fujimorato- despertó en nuestro país grandes expectativas. ¿Serían las mujeres capaces de hacer política de un modo distinto al de los varones? ¿Podrían limpiar la política?
En los últimos tiempos dos chicas Suarez nos han mostrado asuntos importantes: que los estereotipos de género no han desaparecido y que las mujeres no son de por sí y necesariamente, más honestas que los hombres en el ámbito político.
Las chicas Suarez son por supuesto, Leysi Suarez -–modelo y vedette- encarnando un estereotipado y chabacano desnudo sobre la bandera patria y la casi Contralora General de la República, Ingrid Soraya Suarez.
A inicios de los noventa, se podían identificar diferentes modelos de femineidad en la política. Transcribo una clasificación que elaboré a inicios de los noventa (Quehacer/ DESCO http://w3.desco.org.pe/publicaciones/QH/QH/qh121lk.htm)
- LAS YUPPIES FEMENINAS: mujeres de edad mediana, cuyo arreglo corporal es impecable y que se presentan como mujeres eficientes profesionalmente y bellas. Usualmente no están casadas, aunque translucen una intensa vida afectiva. Por ejemplo, Sonia Goldemberg y Susana de la Puente.
- LAS SEÑORAS DE CLASE MEDIA: mujeres de edad mediana, que se acercan en gran medida al rol tradicional de mujer. Aparecen como mujeres profesionales de clase media que han incursionado en política, pero que no han olvidado ser madres y esposas. Se visten de forma más o menos conservadora. Por ejemplo, Luz Salgado.
- LAS MUJERES MASCULINIZADAS: son mujeres que aparecen encarnando agresividad, escasa coquetería y una actitud que, desde los estereotipos de género, podríamos llamar masculina. Aquí lo que prima no es el arreglo en la vestimenta, sino los gestos y la actitud personal. Por ejemplo, Martha Chávez, Luisa Cuculiza y Martha Hildebrandt.
- LAS CARICATURAS DE LA FEMINEIDAD: Mujeres como Susi Díaz, que convierten su corporalidad en el kitsch de la femineidad.
- LAS DISCRETAS ANDRÓGINAS: Mujeres que mantienen un equilibrio entre una asertividad masculina y una gracia femenina. Su vestimenta y sus gestos son discretos. Por ejemplo, Anel Townsend.
- LAS MUJERES SOLTERAS: son mujeres de edad mediana, todavía en «edad casadera», profesionales eficientes, que lamentan haber dejado pasar la posibilidad del matrimonio. Por ejemplo, Lourdes Flores Nano y Beatriz Merino.
- LA MATRONA: especie en extinción. Antiguas primeras damas de la nación, funcionarias o parlamentarias. Al margen de su eficiencia, su presentación corporal corresponde a la de la maternalidad exuberante. Recordemos a la Dra. Kanashiro.
Después de casi dos décadas, esa clasificación queda muy grande: los estereotipos de femineidad se han ido transformando. Nuestras políticas y funcionarias en altos cargos públicos se parecen mucho más a la TERCERA MUJER que propone Lipovetski: profesional y madre moderna, conyugalidad incierta. Por ello, la preeminencia mediática de yuppies femeninas o mujeres técnicas de alto nivel y una que otra vocera de partido político. El saber experto parece opacar cualquier otra característica que secundariamente encarnan las mujeres: estado civil, clase social, ideología, edad, maternidad, etc.
El sistema neoliberal, las nuevas tecnologías de la información y la cultura global, parecen marcar el nuevo derrotero del sistema de género en estos años. Varios estudios empíricos nos muestran que los y las jóvenes se parecen cada vez más es sus planes de vida: las diferencias de género van pasando a un segundo plano frente a otros roles más relevantes en la actualidad: acceso a información, conectividad, clase social, edad, profesión, etc.
Por ello, pensar hoy que las mujeres –por una condición biológica o cultural- son más limpias que los hombres en la política, parece poco acertado. Mujeres y hombres empezamos a parecernos cada vez más, en las buenas y en las malas artes. ¿Quién podrá salvarnos?
4 comentarios:
Muy buen tema. No concuerdo en dejar fuera de la categoría masculinizada a Beatriz Merino y Lourdes Flores, ¿será que hay un corazoncito que late por la derecha e impide ver más allá? Por supuesto que no sería ningún insulto catalogarlas dentro de este grupo de féminas.
Algo muy cierto se dice al final: nosotras, las mujeres, estamos muy a la par con los varones hasta con respecto a las coimas. Lo comprobamos en la actitud de las policías de tránsito, conocidas por los conductores de transporte público como un peligro muy caro (piden bastante coima).
¿Quién nos salvará entonces?
Dicho de una manera provocadora –es decir, lacaniana—, todos somos del mismo sexo. Esto es así porque, la mayor parte del tiempo, habitamos el lado masculino de la sexuación: el lado del lenguaje, de las distinciones significativas, el lado de las categorías o clasificaciones (incluso si se trata de hacer una tipología de mujeres), etc. El lado femenino es, en términos lacanianos, el lado del No-Todo, aquello que rompe el fundamento de toda tipología, el lugar que es el de la imposibilidad de la distinción, aquel en el que el lenguaje no dice sino de su goce, un goce desbordante e insoportable.
De este modo, no basta ser un hombre para estar del lado masculino, y no es exclusivo de la mujer el acceso a esa dimensión real que es la femenina. En este sentido, por ejemplo, una pareja de gays no es una pareja de dos “femeninos”, sino que uno habita el lado masculino y otro el femenino. Lo mismo ocurre con las parejas de lesbianas, etc.
Además, el lado No-todo es accesible a los hombres; en su dimensión de goce, es el lado de lo que está más allá de lo fálico, y las vías de acceso a esa dimensión son, en la tradición, el éxtasis divino de San Juan, en la actualidad,…, pues, el crack o el otro “éxtasis”. Finalmente, no se trata, tampoco, de que el lado fálico y el lado No-Todo constituyan dos universos paralelos y sin comunicación. Para no extenderme, puede simplemente acotarse en este sentido que, habitualmente, las mujeres acceden a su dimensión trascendente precisa y paradójicamente consintiendo a vestirse con los ropajes que, desde lo fálico, se les presta para convertirse en el objeto causa del deseo de un hombre.
Claro, algunas, no lo consentirán jamás.
Marcos Mondoñedo http://mjmondonedom.blogspot.com/
Durante mis estudios tuve la oportunidad de llevar muchos cursos de psicología y tener varios profesores psicólogos y psiquiatras.
Siempre me sonó mal que generalizaran la teoría y la aplicaran a TODOS los seres humanos, sin distinción. Si te ponían en el saco de los extrovertidos pues tenías que ser de tal o cual forma.
Actualmente la psicología no cae en esas generalidades. Se estudian los casos de cada persona sin llegar a ese punto o poner en un mismo saco a varios.
El hecho es que somos seres humanos y como tales cada uno es distinto al otro, no existe uno completamente igual al otro.
Las mujeres somos caldo de cultivo para cualquier explicación, creo que no se debe caer en ello. Ser mujer no significa que vayamos por las calles vistiendo o comportándonos de acuerdo al estereotipo tan añejo como nuestros abuelos, por no decir nuestros bisabuelos.
La mujer de hoy, al igual que el hombre de hoy, es muy distinta. Ahora está de moda el hombre metrosexual y las féminas hacemos todas las actividades que antiguamente eran exclusivas del género masculino.
Todos tenemos de los dos sexos, pero el que poseamos más de uno es porque eso nos hace hombres o mujeres. Es algo que se conoce desde hace muchísimo tiempo.
En las relaciones tanto heterosexuales, homosexuales, o de cualquier otro tipo, siempre su actúa y en este actuar o accionar se varían papeles, en eso está el interés por mantenerlas. No creo que todas las parejas están esquematizadas y entren en el absurdo juego de que el individuo X siempre haga de mujer y el Y siempre de macho. Los papeles están para intercambiarse, de acuerdo a la situación.
¿y nada que decir de las congresistas andinas que no renuncian a expresarse en quechua, pese al racismo? racismo que al parecer las hace invisibles también en este post como en otros "espacios compartidos"
ojalá que en el próximo gobierno la mitad del congreso sea quechua hablante.
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