Era imaginable lo que iba a hacer una política profesional como Mercedes Cabanillas en el Ministerio del Interior: acciones efectistas y propagandísticas para tratar de simular una buena gestión. Ya empezó.
Se reunió, cámaras de por medio, con casi todas las congresistas mujeres para discutir con ellas las futuras acciones en el MININTER. Una buena foto y nada más. ¿Qué puede aportar ese grupo heterogéneo de un parlamento de pacotilla? Muy poco, seguramente.
Eso sí, con el gesto las compromete a que no la critiquen cuando cometa errores. De hecho, entre otorongos(as) difícilmente se rasguñan.
Luego hizo lo mismo con Beatriz Merino, la Defensora del Pueblo.
Ahora dice que organizará un comité consultivo con los ex ministros del Interior y los ex Directores de la Policía. ¿Quéeeeeeeeeee?
Contando solamente desde el gobierno de Valentín Paniagua, hay una decena de ex ministros y más de una decena de ex directores. Algunos saben algo y tienen ideas, la mayoría no. ¿Servirá para algo reunir a más de veinte personas en un comité? Sin duda, no valdrá para nada útil. Salvo para que la ministra se floree y proyecte una imagen de política democrática y abierta al diálogo.
Quizás al principio del gobierno hubiera sido conveniente convocar, no a todos los ex ministros y ex directores, sino a un grupo plural de expertos para evaluar las experiencias positivas y negativas.
Pero a estas alturas, se trata solamente de una maniobra publicitaria que pretende aparecer como una apertura democrática a lo que es en verdad, el copamiento aprista del MININTER.
Otras declaraciones de Cabanillas, como que emprenderá una “guerra a los narcos colombianos y mexicanos” (La República, 22.2.09) sólo pueden provocar bostezos de escepticismo.
¿Los peruanos ya no recordamos cuando el presidente Alan García le declaró la guerra al narcotráfico a principios de 2007 en Palacio de Gobierno, flanqueado por Luis Alva Castro y Octavio Salazar? Y luego les dijo que darían una conferencia de prensa en Palacio cada quince días para informar al país los avances de las batallas.
Después de tres o cuatro aburridas ruedas de prensa, donde no había nada que informar, todo pasó al olvido, como suele suceder con las promesas presidenciales.
¿Recuerdan cuando Alan García le ordenó a Alva Castro bombardear las pozas de maceración de pasta básica de cocaína con aviones A-37?
Cabanillas, discípula aprovechada de García, imita su estilo y quiere repetir los mismos cuentos. Pero a estas alturas, ya quedan muy pocos cándidos que los creen.
Juan Carlos Tafur ha definido lo que piensa Cabanillas: “Con buen olfato político, buena cintura y sentido de oportunidad, se puede, en política, ser popular y hacer poco.” (Perú.21, 22.2.09).
Eso es, en verdad, lo que creen los políticos, sobre todo los adeptos de Alan García. El Ministerio del Interior, la reforma policial, la seguridad ciudadana, la lucha contra el narcotráfico, el orden público, les importa un comino. El asunto es cómo usan ese puesto para ganar popularidad y votos en las próximas elecciones.
Pero hay un pequeño problema. El MININTER es muy complicado y muy visible. El “moqueguazo” o Pómac no se pueden barrer, así nomás, bajo la alfombra. La corrupción policial afecta a miles de personas todos los días y es difícil de ocultar. La inseguridad y el pandillaje golpean sistemáticamente a la población.
Por eso, es muy probable que Cabanillas no pueda, con buen olfato, buena cintura y golpes propagandísticos, hacer creer que hace una buena gestión.
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